entonces á todos, y el que tenga el sombrero puesto cuando se lo quiten los otros, aquel es el rey.
A poco rato salieron al camino; todos los cortesanos que esperaban al rey con ansiedad vinieron á su encuentro, lo rodearon y se apresuraron á quitarse el sombrero.
Enrique IV se volvió al aldeano y le dijo con dulzura:
— ¿Conoces ahora al rey ?
— A fé mia que sí, dijo el aldeano frotándose los ojos. No hay duda alguna, ó es V., ó soy yo.
En efecto, los dos eran los únicos que llevaban sombrero.
Sin estudiar medicina
Se sabe con evidencia,
Que la retencion de orina
Es una fuerte dolencia.
Era uno que se quejaba
De esta grave enfermedad,
Y su mujer le exhortaba
A tener conformidad.
— Acuérdate, le decia.
Lo que el santo Job pasaba;
Y el marido respondia:
Sí pasó, pero meaba.
Felipe IV convidó un dia á tomar chocolate á nuestro célebre y chistosísimo Quevedo, que, ageno á lo que le estaba preparado, se presentó con su confianza habitual en la real cámara. El monarca habia dispuesto que su chocolate estuviese á punto de poderse beber, y el de Quevedo hirviendo. Cuando este saludó al rey, S. M., señalando con una mano el chocolate caliente y tomando con la otra el frio, le dijo:
— Vamos, amigo mio, no tenemos mas tiempo