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30 — BIBLIOTECA DE LA RISA.

recuperar lo robado, sin dar escándalo, cogió á su vez otro cubierto y lo escondió.

Poco despues, el criado encargado de la plata los echó de menos, y principió á entrar y salir buscándolos por todas partes sin decir una palabra.

— Toma, descuidado, le dijo entonces su amo, dándole el cubierto; el señor don N... te dará el otro, porque lo hemos hecho solo por probarte.



El rey y el paleto.

Yendo Enrique IV de caza, se perdió en el bosque de Vermandois, sin conseguir en dos horas encontrar una senda, por mas diligencias que practicó. La casualidad llevó un aldeano por aquella espesura, el rey le suplicó le sirviese de guia, y él convino en ello sin mucha repugnancia.

Los aldeanos son generalmente curiosos, y lo era sobre todos el de nuestro cuento.

— Tú, dijo el aldeano al rey con mucha franqueza, debes ser sin duda algún paje de los que acompañan á S. M.

— Lo has acertado, contestó el rey con amabilidad.

— ¡Caramba! hade ser gran fortuna el estar siempre al lado del rey!

Este se sonrió, después le dijo:

— ¿Nunca lo has visto?

— Nunca.

— Pues bien, si lo deseas, yo te puedo proporcionar ese gusto.

— ¡Ah! eso no puede ser, porque yo quiero verlo muy de cerca, para saber si se parece á los demás hombres.

— Te pondré junto á él, tan cerca como estamos ahora los dos.

— ¿Y en qué lo conoceré? ¿Se distingue en el traje?

— No: pero acuérdate de esto; mira, cuando lleguemos, procura no separarte de mí, observa