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310 — BIBLIOTECA DE LA RISA.

un negocio que solo á mi cabeza se le podia ocurrir.

— Esplícate, hambre, que estás muy pesado y parece imposible que de una cabeza tan dura pueda salir nada bueno.

— Mira, he prestado ocho mil reales á un estudiante al cincuenta por ciento al año, he cobrado adelantados los intereses y me encuentro con una escritura de crédito á mi favor por valor de ocho mil reales habiendo desembolsado solo cuatro mil.

— ¡Ah! qué tonto eres, ya me lo figuraba yo; mira, no has sabido hacer el negocio.

— Pues mujer, ¿qué he debido hacer?

— Prestar al ciento por ciento, cobrar adelantados los intereses y de este modo te encontrabas con la escritura á tu favor de ocho mil reales sin haber desembolsado un cuarto.

— Diablo, es verdad.


La pérdida de un vecino.

Han dicho, y no es maravilla,
Me decia un sastre ayer,
Que de ladrones la villa
La va el alcalde á barrer.

Si es eso, y lo hace con tino.
Le dije yo — ¡voto á brios!
Lo siento, porque un vecino
Muy honrado, pierdo en vos.


El ejercicio de fuego de un recluta.

Un recluta cargó su fusil con todos los cartuchos que tenia en la cartuchera, que, salvo error de pluma ó suma, eran siete.

Era dia de ejercicio, y el pedazo de alcornoque lo disparó con la mayor frescura, y, como era natural, la esplosion terrible lo arrojó al suelo, escapándosele el fusil de las manos á cuatro o seis varas de distancia.