viña. Entonces saltó el vallado, y caminando todo lo suavemente que le fué posible, se puso detrás sin hablar palabra y principió á recoger los sarmientos que el viejo cortaba.
Como aprendiz en esta faena, no pudo el rey dedicarse á ella mucho tiempo sin hacer ruido; sintiólo Vargas, y volviendo la cabeza conoció al rey y se arrojó á sus pies diciendo:
— Señor, señor, ¿qué hace vuestra alteza?
— Prosigue, Vargas, prosigue, contestó el rey con dulzura; permite que te ayude y no te estrañe mi conducta, porque á tal podador tal sarmentador.
Un andaluz tenia un caballo muy malo, y como sucediese que un su amigo, que vivia á dos leguas de distancia, durmiese una noche en su casa, se lo ofreció por la mañana para volver á su pueblo.
— Lo agradezco mucho, querido, le contestó su amigo mirando el caballo; pero no me atrevo á aceptar tu ofrecimiento, porque necesito llegar hoy á casa.
Existe en algunos pueblos la costumbre de regalar los muchachos al cura en Semana Santa y el dia de la primera confesión un par de huevos, que van depositando en una cesta inmediata al confesonario.
En uno de estos pueblos y en uno de estos dias, un ratero que se estaba confesando decía al señor cura:
— Acúsome, padre, de que he robado una docena de huevos.
— Adelante.
— Acúsome, padre, de que he robado un par de huevos.
— Adelante.