con voy de municiones y todo el pueblo corría un peligro espantoso si estallaba la electricidad eii aquel sitio.
Un sargento de la guardia entró á hablar al comandante del punto para esplicarle el peligro que se corria y ver las precauciones que se podian tomar.
—Un rayo, dijo, acaba de hendir un árbol próximo; ahora mismo, en este instante, ó dentro de algunos segundos puede caer otro en medio de las municiones, y miles de hombres perecerán si no se toma desde luego alguna disposición salvadora.
El comandante pensó un momento lo que debia hacer, y dijo al sargento:
—¿Cuántos centinelas cuidan de la pólvora?
— Seis, mi comandante.
—Pues bien, mande V. poner doce, y deles V. de consigna, pena de la vida, que no dejen aproximar ningún rayo á veinte varas de distancia.
Como todos los poetas son locos, ó como también hay locos que hacen versos, uno de ellos hizo á San Cristóbal los siguientes, que, salvo el respeto debido al santo, no son malos:
Cristóbal santo, una duda
Me tiene con grande asombro
Viéndoos con el mundo al hombro.
Que de verlo un hombre suda.
Aquesta mi duda es:
Decid, santo rubicundo,
¿Si traéis al hombro el mundo,
A dónde ponéis los pies?
Yendo de viaje un amigo nuestro, llevaba á su servicio un criado, que no era pariente de Salomón, pero que, sin embargo, en las aldeas le servia, aunque malo, de cocinero.