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EL LIBRO DE LOS CUENTOS. — 71

dirán lo cierto, replicó su ilustrísima, pero yo quiero cenar segunda vez ya que no puedo cenar la primera.


La compra á deber.

Un italiano quiso comprar un caballo, y halló uno que le daban por 100 duros.

— Os daré 50 al contado, dijo al chalan, y deberé lo demás.

El vendedor aceptó, y algunos dias después fué á cobrar lo que faltaba.

— ¡Cómo se entiende! dijo el italiano; debemos atenernos á nuestras palabras.

Os he dicho queos deberla lo demás, ya veis que si lo pagase no os lo deberla.


El efecto y la causa.

No paso una vez por la calle de la Montera, que no encuentre dos ó tres entierros en la puerta de San Luis, decia un amigo nuestro.

— Pero, señor, ¿qué ha de suceder en un pueblo que tiene de setecientos á ochocientos médicos?

— Es claro.


Las pildoras sánalo todo.

Un licenciado del ejército, que se retiraba á su casa sin oficio ni beneficio, halló por casualidad la receta de unas pildoras para curar todas las enfermedades habidas y por haber, y que se le habia perdido á un charlatán. Como no lo era él poco, se presentó en el pueblo diciendo que habia estudiado medicina, y creyéndolo buenamente sus paisanos, principió á ejercer la profesión con todo descaro, propinando siempre la misma medicina para todas las enfermedades, aunque la causa de ellas fuese contraria. Las pildoras obraban á las mil maravillas, algunos enfermos se curaron, otros se