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Página:El libro de los cuentos.djvu/70

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70 — BIBLIOTECA DE LA RISA.

— ¡Un perro de Terranova!

—¡Ahí

—¡Oh!


La oreja de Alejandro.

Alejandro el Grande, cuando daba audiencia, acostumbraba, mientras hablaba el acusador, taparse una oreja con la mano, y preguntado por qué lo hacia.

— Es, respondió, porque guardo la otra para el acusado.


La ocupación de los criados.

Un solterón rico, por estar bien servido, toma dos criados, que se matan de trabajar para tenerlo todo sin hacer. Hé aquí el diálogo que entre amo y criados pasó antes de ayer:

— ¿Estas ahí, Pedro?

— Sí, señor.

— ¿Qué haces?

— Nada, señor.

— ¿Estás ahí, Juan?

— Sí, señor.

— ¿Qué haces?

— Ayudar á Pedro.

— Pues bien, cuando concluyas, entra á darme las botas.


La memoria del estómago.

Un obispo, enfermo de la gota y falto de memoria, mandó á sus criados que le trajesen la cena; pero fundados ellos en el cariño que le profesaban, y en que habia comido mucho, se empeñaron en persuadirle que ya habia cenado.

— No me acuerdo de semejante cosa, repuso el obispo.

— Pues ello es así, ilustrísimo señor.

— Hijos mios; Vds. son hombres de verdad, y