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conciliación. Entonces ya se hicieron una guerra á muerte sin tregua ni cuartel. Los arcabuces y las culebrinas fueron inútiles contra aquellas oleadas continuas ríe guerreros, y los españoles turbados ó indecisos hubieron de pensar en la retirada. El mismo Cortos perdió en aquella ocasión la presencia de espíritu que jamás lo había abandonado: ante la enormidad del peligro vaciló su valor, y siendo preciso huir creyó conveniente ocultar su retirada á favor de una noche oscura y lluviosa.

La tropa española, seguida de sus aliados los Tíascaltecas abandonó, pues, aquella ciudad que había presenciado antes tantos triunfos. Los soldados cargados de oro seguían penosamente á su caudillo: ningún peligro aparente detenia la marcha, la ciudad estaba silenciosa; algunas horas más y todo estaba salvado. Pero en el momento de salvar los puentes de la calle de Tlacopau, millares de guerreros pulularon por todas partes y se trabó una lucha horrible, combate sin nombre donde entre gritos de rabia y de dolor pereció sin gloria la flor y nata de la tropa española, cuyos soldados caian á las fangosas aguas de los fosos bajo el hacha de sus enemigos, los resentidos mejicanos. Cortés, Ordaz, Alvarado, Olid y Sandoval, escaparon con gran dificultad seguidos de un puñado de los suyos, y huyeron sin atreverse á recordar los horrores de aquel desastre.

Al sabio Mr. Laverriére debe el viajero del valle de Méjico el descubrimiento de las ruinas de Tlalmanalco y algunas noticias sobre su origen. Por lo demás, nadie mejor que él conoce el sitio ni nadie puede describirlo mejor.

A legua y media de Chalco, dirigiéndose el viajero hacia los volcanes, sube una pequeña pendiente, pasa por delante de la magnífica hilandería de Miraflores, y á algunas millas mas allá, se halla ante las ruinas del pueblecillo medio arruinado de Tlalmanalco. En medio del cementerio junto á la moderna iglesia, se elevan los soberbios arcos, cuya construcción se remonta á los primeros tiempos de la conquista. Estas ruinas, según Mr. Laverriére, son los restos de un convento franciscano, cuyos trabajos no se concluyeron.

La arquitectura de estos arcos es en verdad estraordinaria, y la forma de las columnas, los capiteles y esculturas tienen algo del gusto morisco, gótico y renacimiento. La creación 63 completamente española, y recuerda la catedral de Burgos y la Alhambra. La ornamentación tiene el sello mejicano, rico, caprichoso, fantástico y semi-simbólico.

Pero si el trazado es español, la ejecución es enteramente mejicana y el conjunto ofrece el sello de las dos civilizaciones. Las ruinas de Tlalmanalco son únicas en su género en Méjico y en ninguna otra parte se encuentra nada que se le asemeje.

Para conocer bien el valle, resta que hacer al viajero una escursion á San Agustín y á nuestro Señora de Guadalupe.

San Agustín es un pueblecillo bastante bello, situado á cuatro leguas al Sur de Méjico. Toda su celebridad proviene del juego que en la fiesta del santo atrae á los mejicanos y á los forasteros, que van allá á probar fortuna. Es menester, siquiera una vez en la vida, haber asistido á esta reunión estraordinaria, donde la mas esquisita dignidad preside á los ciegos fallos de la fortuna.

En una gran mesa se estiende un tapete verde, que desaparece bajo pilas de oro. Allí se juega al monte. El banquero sólo tiene probabilidades razonables, estando mas bien la ventaja de parte de los puntos, al contrario de lo que sucede en los juegos de Hombourg, que son una verdadera trampa.

El dinero que se atraviesa es considerable, siendo ilimitados los puntos.

Se puede en principio apuntar el total de la banca que hay sobre el tapete, esto es, de 12 á 5,000 reales; lo que se llama tapar el monte.

Hay que añadir que este caso es raro y no siempre favorable.

Entremos, pues. La sala está llena: sólo se admite oro. Tíranse cartas y corre el azar. Los puntos cobran ó pierden, sin que un gesto ó palabra inconveniente interrumpa la partida. En medio de esta reunión donde se desenvuelven á cada instante las peripecias de la mas terrible de las pasiones humanas, se podría oír el vuelo de una mosca: tan absoluto es el silencio. ¡Cuántos, sin embargo, se retiran desesperados!

Hablase de un padre rico, que llega algunas veces seguido.de un sirviente cargado con un talego de oro (unos 250,000 reales). El buen padre se detiene, observa el juego, calcula y decidiéndose al fin por una carta, deposita como puesta todo el dinero.

El banquero tira, y él escucha sin emoción, gana ó pierde con la misma sangre fría y encendiendo su cigarro, se retira.

Las fiestas de Tacubaya no tienen la misma celebridad.

Pero la maravilla digna de visitarse es la propiedad de don Manuel Escandon, deliciosa residencia rodeada de lagos y cascadas y bellísimos jardines, en que se ven todas las flores del mundo. Un jardinero jubilado cuida de ella, y nosotros debemos rendir aquí homenage á la urbanidad del propietario de la villa, que con tanta finura y cortesía hacen los honores de la casa.

Guadalupe es un lugar situado á dos leguas al Norte de Méjico, y al cual se va en algunos minutos por una vía férrea.

Guadalupe es sitio de peregrinación en Méjico. La Virgen tiene allí una capilla situada en la cima de una roca enlazada á la cordillera principal y que forma promontorio en la llanura. La capilla mira á Méjico y permite al viajero recorrer y abrazar con la vista todo el panorama del valle.

(Se continuará.)

Z.

EPISODIO DE LOS COMBATES
EN LAS CALLES DE MÁLAGA.

Un artista de Málaga nos ha remitido el dibujo de un triste episodio de los recientes combates en las calles de aquella capital, y que ofrecemos en grabado á nuestros lectores. De entre los paisanos combatientes, salió uno de la barricada para cargar él canon con que hacían fuego á las tropas, y fue atravesado por una bala, que le dejó muerto en el acto, en la posición que le representa nuestro artista, cuyo apunte está tomado en el lugar mismo de la escena.



DEMOSTRACIÓN CONTRA EL NUNCIO.

Así ha llamado la prensa al suceso ocurrido en esta capital en la noche del 26 de enero próximo pasado, y del cual verán nuestros lectores un exacto apunte tomado por nuestro artista. Con ocasión de las dificultades que encontró en Roma la recepción del señor Posada Herrera, se habló á primeras horas del dia, de una manifestación pacífica que se proponían hacer algunos partidarios de la libertad de cultos delante del palacio de la nunciatura; pero, como en tales casos sucede, fue creciendo la escitacion, que vino desgraciadamente á aumentar la noticia del asesinato del gobernador de Burgos Varios grupos se dirigieron á la casa contigua á la iglesia de Italianos, donde se ostentaba un escudo pontificio, que descolgaron y llevaron hasta la calle Ancha de San Bernardo, en cuyo lugar, y frente al ministerio de Gracia y Justicia, fue reducido á cenizas.

La mayor parte de la prensa ha mostrado desaprobar esta clase de demostraciones, innecesarias en pueblos; libres, que pueden pedir y conseguir sus deseos por vías mas pacíficas é indudablemente menos sujetas á censura.



ESCENA DE CUENTOS ORIENTALES.

El deseo de atravesar el espacio y dominar en la región del aire, casi puede decirse que le abrigaron los primeros hombres que poblaron la tierra, los cuales bien pronto debieron abandonar la idea por imposible á poco que supiesen comparar su estructura y pesadez con la de las aves. Él negocio de volar debió, pues, quedar reservado á la esfera de la imaginación, en la que por muchos siglos debieron despacharse á su gusto los poetas y enamorados, y los que llamamos impacientes ó fuguillas, que todos ellos echan de menos las alas á cada paso.

Pero al lado de los poetas, centinelas avanzados del progreso comenzaba á formarse la falange de los hombres industriosos y prácticos que habían de tratar de realizar los ensueños de la fantasía, y empeñarse en hender los aires, no por virtud de encantamentos, brujerías y artes diabólicas como creían los supersticiosos de la edad media, sino por medio de aparatos inventados por el hombre, semejantes á las alas del pájaro, y tales, en fin, como el qué ofrece el grabado que ponemos á la vista de nuestros lectores.

Las tentativas hechas en este punto, han sido frecuentes desde antigüedad remota, aunque sólo se ha conseguido con las alas mas ó menos perfectas que se han adherido al cuerpo, sostener la rapidez de la caida; pero lograr elevarse desde el suelo progresivamente, después de dado el primer impulso, es milagro que todavía no se ha verificado, aunque estamos hoy mas próximos á lograrlo después de la invención de aparatos mas pesados que el aire que desalojan, puestos en accion por motores poderosos. Esperemos, pues, este dia fausto en que el hombre ceñirá la corona de rey de los aires, que será una de las grandes conquistas del saber humano.



DON ISIDORO GUTIÉRREZ DE CASTRO,
INFORTUNADO GOBERNADOR DE BURGOS.

Damos en este número el retrato del malogrado señor Gutiérrez de Castro, cuyo trágico fin ha preocupado tan profundamente la atención pública. Conocidos, por todos hasta los más minuciosos detalles del triste suceso ocurrido en la catedral de Burgos, en que fué victima del cumplimiento de su deber, no creemos necesario reproducir tan lamentable relación; pero si llegasen á nuestras manos oportunamente los apuntes biográficos que nos han ofrecido, nos apresuraremos, á hacerlos conocer á nuestros lectores, pagando asi un justo tributo á su memoria.

En el próximo numero daremos un grabado de la trágica escena de la catedral.



EL ÁLBUM DE RETRATOS.

(conclusión.)

Pero hé aquí que nuestro héroe, que hasta ahora se ha limitado por lo visto á concurrir á los cafés ó al Paraiso del teatro de la Opera, se lanza al gran mundo. No hay mas que mirar el retrato número treinta y tres para convencerse de ello. Esa señora, bien conservada aun, elegante, aristocrática, no puede menos de tener abiertos sus salones un dia señalado de la semana. Ignoro si dará tés dansants ó soirées musicales ó bailes de confianza con quesitos helados y ponche; tal vez sus reuniones no sean de ninguna de las clases indicadas y tengan un carácter puramente literario; acaso sean tan íntimas que sólo se juegue en ellas á la aduana; pero lo que aseguro y sostengo es que esa señora recibe amigos en su casa: lo están diciendo su cara y su traje y todo su atalaje.

Pues ¿y sus hijas? ¿Qué me dicen ustedes de sus hijas? Esas dos pimpollos tan lindos, esas dos muñequítas tan bonitas, que aparecen en la siguiente fotografía. De fijo que tocan el piano à ravir, que bailan á la perfección, que llegado el caso saben suspirar una romanza ó una cavatina. Pero, mirándolo mejor, confieso que no había dado con el verdadero carácter de las reuniones semanales de la señora del retrato: sus hijas me han ayudado á despejar la incógnita. ¿No notáis cierto aire melodramático y sentimental en la mayor? ¿No encontráis cierta desenvoltura de sonorette á la mas joven? Pues está descifrado el enigma, no vayáis á casa de esa señora si no estáis acostumbrados á ese atroz suplicio que se llama una comedia casera. Y ¿quién sabe si nuestro héroe sacó también el pie de las alforjas y echó su cuarto á espadas y salió á las tablas y fue luego puesto por una gacetilla al nivel de Maiquez, Latorre ó Romea? Todo puede ser, pero el álbum no lo dice. Compadezcámosle, sin embargo, y sigamos nuestro examen.

Esto es ya otra cosa. Ya no son las dos muñecas de antes, figuritas de biscuit, muy bonitas pero sin seso como el busto de la fábula. Esta es ya una mujer, una mujer de veras, y capaz de volver loco á un guarda-cantón. ¡Yaya unos ojos espresivos y ardientes, una frente pálida y pensadora, una boca provocativa y sarcástica, un cuerpo esbelto y airoso y un aire elegante sin afectación! Yo conozco de vista á esta muchacha, pero no sé quién es. Comprendo que es digna de que se hagan por ella mil locuras. Pero pasemos adelante.

El sitio en que debia estar el retrato siguiente, está vacío. Esto es grave, gravísimo. ¿Por qué está vacío ese hueco? ¡Misterio! como diría un novelista de los de á dos cuartos entrega.

No me extrañaría que ese sitio, ahora vacío, hubiera, estado ocupado: tal vez nuestro protagonista por una de esas sublimes puerilidades del amor habría puesto su retrato al lado del de esa bella joven; porque no me cabe duda que, teniendo el retrato de ésta y habiéndola tratado, el hijo del señor juez tenia que amarla y amarla con delirio. ¡Pobre diablillo rubio!

Convengamos, pues, que ese retrato es el de ella.

Pero ¿por qué está vacío el sitio de al lado?

Yo en ese lugar vacío leo una novela entera do amor todo un drama de pasión, con sus arrobamientos y sus dolores, con sus luchas sordas y sus alegrías inefables.

Me atrevo á decirlo, porque ni aun sé su nombre. Lo cierto es que ella me parece que debe ser algo coqueta.

De aquí un rompimiento y el quitar el retrato.

Volviendo la hoja encontraremos cuatro fotografías de otros tantos pollitos recien salidos del cascaron, pequeñitos, delgaditos, de la especie en fin que un amigo mió designa con el nombre de sietemesinos.

Esos pollos, que pululan por los paseos, por los teatros y los salones, van siempre en bandadas de cuatro ó seis, y nuestro héroe obró cuerda y filosóficamente al juntar sus retratos en el álbum. Lo que saco en limpio de esas cuatro fotografías es que nuestro protagonista, sin duda con ánimo de consolarse del mal resultado de sus amores, se habia lanzado más y más en el torbellino del mundo, donde sin duda conoció á esos pollitos.

También debió tropezar en los salones aristocráticos con el original del siguiente retrato. No podré deciros síes una marquesa francesa, ó una duquesa española, ó una vizcondesa portuguesa, ó una baronesa alemana, ó una lady inglesa, ó una princesa rusa ó italiana, o una reina de teatro, ó una diva; lo único que puedo asegurar es, que no hay mas que mirar al retrato, para