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3.150,000 almas. Ocho compañías surten de agua á Londres, á más de la que dan varios pozos , y la can tidad de este líquido suplido, es de 3.000,000 de to neladas diarias , ó sea próximamente una tonelada por •cada casa.

El ministro M. Roulier , en medio de sus ocupacio nes, está escribiendo y lleva muy adelantada una His teria de la opinión pública en trancia.

En Nueva-Granada, que hoy nombran Estados-Uni cos de Colombia, se han descubierto vastísimos ter renos carboníferos, cerca de la costa del Atlántico, en •la provincia de Rio-Hacha. Por la proximidad al mar,

se aumenta en mucho el valor de este producto, y el

gobierno á quien pertenecen estas minas, reportará grandes beneficios surtiendo de carbón los grandes . "buques de vapor que tocan en los puertos del Atlán tico de esta república y en las del Istmo de Panamá. Ya se han proyectado varias líneas férreas desde los •criaderos á la costa, y la seguridad del éxito facilitará la concurrencia de capitales para su pronta cons trucción.

Ha comenzado en Nottingham la venta de la colec ción de cuadros perteneciente al marqués de Hastings. Entre ellos figuran paisajes de Ruysdael y Hobbima, y escenas, por Teniers. Retratos de Samuel Buller, el autor del Hudibras ó Quijote. inglés, y del duque de Buckingham, por Kneller; un retrato del famoso doc tor Harvey, por Van-Dyk, y bustos de Cromwell, Epicuro, Pedro el Grande y otros personajes.

(1491) LA. ULTIMA NOCHE DE DICIEMBRE. COLON. (COKCLIISIOH.) Olvida tus delirios. Descubre un lugar para tí en el cielo : es mejor que descubrir islas ó continentes. Conoces la vida de estos mongos: es un rio sosegado y cristalino, corre entre verdes orillas y va á perderse en un océano de felicidad. Tus hijos se educarán en esta monasterio : serán hombres respetados y no mendigos. Viste la cogulla del fraile: muchos fuertes, sabios y grandes la vistieron también. ¡Sálvate, Colon, y salva á tus hijos! Piensa que todo es vanidad.» Asi le habló una voz interna y quedó como anona dado. Cerró los ojos. Sentía vértigos y un extraño ale teo de visiones confusas. Maquinalmente deslizó una mano sobre "su rostro y cabellos y estaban empapados de un sudor frió. Pasó un largo rato. Luego otra vez, como respondiendo á la primera, se dejó oir distinta y penetrante y dijo : —«No son quimeras tus aspiraciones; son verdades no realizadas todavía. Tu genio no te engaña, ni tus amigos Marchena, Velasco y Pablo Toscanelli procuran con sus consejos extraviarte en vano por un océano sin límites. Esos españoles y este florentino pertenecen, como tú , á la raza de hombres escogidos que sumer gen su larga mirada en lo futuro. Las prodigiosas re giones de Marco Polo no son aéreas hijas de la fanta sía: Cipango y Cathay existen. ¿Quiénes lo niegan? Los que no saben el camino. Con igual razón hubie ran podido negar los primeros hombres cuantas co marcas hay, escepto las del Eúfrates. ¡Oh," cuántas maravillas verían los muertos de siglos pasados, si re sucitaran conservando la memoria! •Tal como lo conocemos , nuestro planeta está des nivelado. Tú mismo al dibujar tus mapas y globos lo percibes mejor que nadie. ¿Para qué regiones se le vanta el sol cuando cae y se oculta a nuestros ojos? ¿En ninguna frente humana refleja sus rayos de oro hasta que vuelve de nuevo á elevarse sobre nuestro horizon te? ¿De dónde venían flotando sobre las olas esos ma deros labrados tan extrañamente , que encontraste en largas navegaciones? ¿A qué raza desconocida pertene cen los cadáveres que de igual manera has visto? ¿Quién ha inspirado á Séneca su vaticinio y á los Sagrados Li bros esas alusiones confusas en que se respira el am biente de ignotos climas? ¿Quién te ha inspirado á tí mismo, sino las voces de la verdad y la ciencia, que eligen á los hombres grandes para sus confidentes y sus víctimas? Colon, tú no eres delirante ni obcecado: la razón y la claridad están en tí y en los pocos que creen tu palabra : los demás son los preocupados y los ciegos. • Posees la verdad : guárdala siempre. Tu premio debe ser la melancólica satisfacción de haberla conoci do. La verdad es.un arma de dos filos: defiende á la humanidad y hiere •! quien la empuña. Dime: ¿qué premios alcanzaron Guttenberg , Copérnico y Mohéra-

ve después de haber multiplicado la palabra , enlazado las generaciones y hecho imposible la barbarie; des pués de haber descrito el armonioso conjunto planeta rio y medido el tiempo? Persecuciones , cárceles , des tierros y odios. ¿Qué recompensa será la tuya? Si llegas á obtenerla, ¡cuántas cosas podrás decir- sobre la grati tud de los nombres! Hasta el tributo de su admiración querrán negarte, y lo que hoy miran como imposible, lo juzgarán muy fácil mañana cuando tu lo hayas he cho. Verificada tu colosal empresa, realizado el pensa miento de tu vida entera, ese pensamiento qu£ ha sur cado tu frente y encanecido tus cabellos , el último y mas oscuro de tus envidiosos detractores se proclamara muy capaz de haber hecho lo que tú hiciste. ¡Cuántas amarguras vendrán á coronar 'tu obra! •Pero esa obra es punto menos que imposible. Eres valiente, Colon; desde niño te has criado con el peligro: el peligro es tu hermano, le conoces muy bien y no le temes. Has crecido en el mar, has sufrido impávido sus huracanes y borrascas, has desplegado con orgullo la bandera de tu república lanzando el grito de comba te , lucháste con los elementos y las espadas y luchas todavía con la miseria y la indiferencia : muy valiente eres, Colon : ¿dónde encontrarás hombres que lo sean mas que tú? Y esos hombres se necesitan para termi nar tu gigantesca obra. No puedes concluirla sólo. Es preciso que tengas gente que te siga, naves que te lle ven. ¿Quién se embarcará en ellas? Porque á tí te sos tendrán tu convicción, tu ciencia, la esperanza de ha cer la tierra mas grande y tu nombre inmortal ; pero tus compañeros irán solamente apoyados en el valor de su ánimo y en la fé de tu palabra. Mucho ánimo y mu cha fé necesitan. Dícese que á ciertas latitudes,. cuando durante algunos soles se ha ido dejando atrás la ribera, se encuentra un mar de gruesas aguas como plomo fundido , un calor insoportable abrasa los pulmones de los hombres y hace estallar los costados de los buques; mientras gigantescos mónstruos nadan sobre aquellas horribles aguas y vuelan sobre aquellos aires de fuego, esperando el festin de los náufragos. Otras veces , pa sada la línea equinoccial, se deslizan las naves som-e el rápido declive de las olas hasta parar en abismos desconocidos , cuyo sólo pensamiento hace helarse la sangre y erizarse los cabellos. Tú no crees en estas medrosas tradiciones , pues no juzgas que Dios se pro ponga separar las razas, sino reunirías para cumplir sus providenciales fines ; pero ¿quién arrancará tan an tiguas preocupaciones del vulgo de los navegantes? Y no sólo el vulgo las tiene : ya oíste en varias conferen cias las opiniones de los sabios. Cuando se anuncia una idea nueva , la idea antigua está siempre alerta Y pre parada para el combate. Una multitud de intereses ya creados, de abusos no contradichos y de medianías soberbias la apoyan y defienden. Al presentir su muer te mas ó menos próxima , luchan obstinadamente con la palabra , con el hierro y con el fuego. Guárdate de su furor : ya lo conoces y sabes que es temible. •Mas, estando seguro de la verdad de tu obra, ¿tienes igual confianza en su bondad?... Ya miro animarse tus ojos y resplandecer tu frente con la perspectiva del triunfo: tu pronóstico se acredita, los reyes te dan bu ques y navegantes intrépidos, la muchedumbre te cerca y aplaude en la ribera, levas el ancla, das las velas al viento, atraviesas los desiertos del mar, y por último contemplas salir de entre las ondas una región in mensa , fértil , risueña y dorada bajo los rayos de un sol cariñoso , tal como él Paraíso en los primeros dias de la creación. ¿Y qué habrás hecho entonces? Es ver dad que habrás dilatado los pasos del hombre sobre nuestro planeta, descubriendo islas ó continentes en beneficio de la ciencia; mas ¿qué beneficio logrará tu conciencia de abrir un vasto teatro á la codicia, á la guerra , á la conquista y exterminio, al crimen y á la esclavitud? No alegues ignorancia: conoces la historia: siempre que un pueblo mas adelantado y fuerte pene tra en los dominios de otro, se abre camino con la espada y funda su imperio sobre cadáveres. ¿Preten derás que sea tu empresa la única escepcion de la ley universal? No lo imagines, Colon, ni para acallar tu conciencia pienses en la propagación de la fé cris tiana. Ella rechaza toda violencia: la lanza y el cañón no fueron las armas de los apóstoles. » Yo soy espíritu y vuelo por todas partes. No quiero desorientar tus cálculos. Las tierras que adivinas, exis ten: lo repito: yo las veo. Son mas extensas de lo que nunca has imaginado : están pobladas y ricas. Sus ha bitantes viven con una sencillez dichosa. La natura leza los colma de frutos: van y vienen tranquilos: duer men en el seno mismo de la" abundancia, y en medio de un presente apacible, no tienen lágrimas para lo pasado, ni temores para lo futuro. ¡Infelices! No sa ben que piensas en ellos para sacrificarlos á tu glo ria. No pueden saber que en el silencio de tus vigilias, á la sombra del santuario, aquí en esta pobre cel da se prepara su ruina y se enciende el rayo que ha de exterminarlos ! ¡ Oh , sí lo supieran , cómo se es conderían en sus bosques impenetrables y cuánto mal decirían tu nombre! Ln tu pedio tan compasivo ¿no levantan un grito de piedad y horror esos millares de víctimas destinadas por tí al sacrificio? Posees la ver dad: guárdala siempre. Tu premio debe ser la melancó lica satisfacción de haberla conocido, La verdad es una

7) antorcha que alumbra á la humanidad y quema la mano que la empuña.» Esto dijo el espíritu : las demás palabras fueron con fusas é ininteligibles como el rumor vago de conversa ciones que se alejan. Colon abrió la ventana de su celda y permaneció junto á ella de pie: oyó mas cer cano él solemne murmullo de las olas én la playa. El cielo estaba sembrado de estrellas frias y centellan tes. Le pareció que nunca habían resplandecido como aquella noche. Por la parte de tierra los árboles , mo vidos con el viento, parecían fantasmas que se queja ban. A lo lejos sonaban ladridos : el frió era penetran te. Largo rato permació inmóvil, meditando vagamente en cosas infinitas. ¿Qué eran aquella multitud de estre llas? ¿Puntos luminosos, lámparas nocturnas, ó man siones habitadas por séres mas ó menos perfectos, tal vez por hombres que fueron ya sobre la tierra, tal vez por espíritus que aguardan la hora de cumplir futuros destinos? ¿Es tan sólo el universo una máquina gran diosa, ó es un sér con vida propia?... Sintió Colon que se extraviaba su pensamiento. Au daz amante de lo desconocido , gustaba de volar como un ángel por lo inexplorado y maravilloso, hasta que la fatiga le recordaba amargamente su naturaleza de hombre. Cerró la ventana y"volvió á ocupar su ancho sitial antiguo. Su idea constante despertó de nuevo en él y recordó las voces que en su interior habían ha blado : ya se inclinaba á la una, ya á la otra, ya le pare cían ambas delirios incoherentes y sueños confusos. Alzó los ojos y contempló el crucifijo pendiente del testero de su celda , sobre su pobre cama , lívido y grande, cubierto de heridas, con expresión doliente y lastimera. La solemnidad de la hora y el reflejo inde ciso de la lámpara le daban un aspecto imponente y ex traño: parecía que estaba vivo. Era Colon profunda mente religioso y desde su juventud se creia predesti nado por Dios para grandes empresas. Así, en sus horas de desaliento encontraba en la Divinidad su ba luarte y refugio. Tendió los brazos hácia el crucifijo, y corrió siguien do una oración empezada mentalmente, exclamó:— c ¡Señor, Señor, Señor! Porque me lo has, ofrecido, yo lo espero. • ¿Habrás encendido en mí una sed inmensa para le vantar un muro entre mis pasos y el manantial? •Y los dias huyen y la vejez se acerca abriendo ca mino á la muerte : y como la madre vé espirar al hijo de sus entrañas , asi yo veo mis esperanzas desvane cerse. • ¡Señor! El conato de propagar tu nombre y tu doc trina ¿será una insensatez ó un crimen? •Me salváste la vida en el combate, en el naufragio, en la enfermedad y la miseria. ¿No es verdad, Señor, que me aguardabas para algo? «Soy la yerba marchita y el polvo del camino ; mus es propio de tu bondad él obrar grandes cosas con débiles fundamentos. ¿No escogiste un cadalso para redimir al mundo? • Señor, yo estoy triste, y tú eres la alegría. •Me abismo en tinieblas, y tú eres la única luz sin ocaso. • Me muero, y tú eres la existencia. ¡Señor, Señor! Mira que te llamo, y yo soy tu hijo, y tú eres mi pa dre, y te llamo!» Su voz cesó; pero sus labios seguían moviéndose como continuando la plegaria. El Cristo inmóvil , con la cabeza inclinada, parecía mirarle. La lámpara que iluminaba tan larga vigilia, falta ya de aceite, empeza ba á chisporrotear y apagarse. Sus vacilantes reflejos dibujaban contornos fantásticos en las paredes de la celda De pronto , en medio del silencio de la noche, oyó Colon fuertes golpes en la puerta del convento : á poco rechinaron los cerrojos pesadamente y un instan te después entraba con una carta en la maño un vene rable religioso en la celda del navegante. La carta era de la reina Isabel, y el religioso era fray Juan Pérez de Marchena. Al salir el sol marchaba Colon hácia la córte para conferenciar con los monarcas : algunos meses después clavaba la bandera de Castilla en el nuevo continente y su hazaña resonaba por toda latierra. Pero en medio de sus triunfos , alegrías, pesares y luchas, jamás olvidó á su buen amigo Marchena, ni el convento de Santa Ma ría de la Rábida. La duda se disipó, el proyecto aventurado y oscu ro quedó convertido en realidad espléndida, la huma nidad se posesionó mas y mas de su planeta ; y para siempre enmudeció la voz que gritaba al sublime des cubridor la última noche de cada diciembre: —«¡Un año mas, Colon: tus dias se van y tus es peranzas contigo!» Narciso Campillo. Cádiz.

EMBAJADORES DE CHINA. Ahora que tanto se habla de la legación chinesca en París , y de los personajes Chih-Tajén y Sun-Tajen,