Página:El museo universal 8 de febrero de 1868.pdf/3

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida

convierten al primero, como á mas fuerte de origen, en vencedor.

Es evidente, pues, que el suicidio es mas contra naturaleza, necesita mas esfuerzo, es acto mas criminal que el homicidio, uno de los delitos mas horrorosos é inicuos, pero aun concebible por este sentimiento primitivo que tenemos de indignación y venganza.

El mas santo de los sabios y el mas sabio de los santos, como dice un autor, Santo Tomás, el filósofo y jurista por escelencia, espone con una lucidez y concisión sorprendentes el mismo principio, diciendo: «Constatautem, minus esse peccatum fornicationem, vel adulterium, quam homicidium et prsecipue mipsius: quod est gravissimum, quia sibiipsi nocet, cui maximam dilectionem debet.» 2.ª, 2. º Quaest. 64, artículo 5."

Y por último, corrobora y confirma tal aserción el menor número de casos de suicidio respecto de homicidio, y aun si éste no es mas frecuente, se debe en gran parte al temor del castigo, al mismo amor á la propia conservación: quitad todo castigo humano, de que carece por necesidad el suicidio, y multiplicará aquel escesivamente, probando mas y mas con su diferencia la espantosa criminalidad del perverso que destruye la vida que el Criador le entregó en usufruto, a pesar de la irresistible tendencia de que le dotó á conservarla.

A. J. T.


DEL USO DE LAS LEGUMBRES
ENTRE LOS GRIEGOS Y LOS ROMANOS.

Los pueblos de la antigüedad tenían como los modernos sus simpatías y antipatías por ciprios alimentos; lo que en unos países gustaba, era despreciado en los otros. La col, por ejemplo, era mirada con desprecio en muchos países, al paso que los egipcios la consideraban como un dios y era el primer alimento que tomaban en sus festines. Los griegos y los romanos la usaban como remedio para la debilidad que se siente después de la embriaguez. Catón decia une la cid era una panacea para todas las enfermedades del hombre; Erasistrato la recomendaba como un específico para la parálisis; Hipócrates decia que cocida con sal, era un remedio soberano para combatir el cólico, y los médicos atenienses la prescribían á las mujeres jóvenes que estaban criando y deseaban tener niños robustos y hermosos. Diphilo prefería la remolacha á la col, tanto considerada como alimento, cuanto como remedio, y en este último caso la recomendaba como vermífugo. Este mismo médico elogiaba mucho las malvas, no como remedio, sino como un vejetal muy bueno para usarle como alimento, porque satisfacía el hambre, y curaba al mismo tiempo las anginas y los males de garganta. Los espárragos, tales como estamos acostumbrados á verlos, han perdido una parte considerable de su antigua magnificencia. La planta primitiva tenia de doce á veinte pies de alta, y un plato de ellos no hubiera podido servirse mas que á gigantes. Refieren algunos historiadores romanos, que en su pais los tallos de los espárragos tenían mas de tres libras de peso y eran bastante fuertes para derribar á una persona á quien se diera con uno de ellos. Los griegos los comían de dimensiones mas moderadas, pero apenas los usaban porque los médicos de fama de su tiempo denunciaban esta hortaliza como perjudicial para la vista; es verdad también que, al mismo tiempo, decían que un pedazo ó dos de calabaza cocida, destruía el mal que los espárragos habían causado. «Hazlo tan pronto como si fueran espárragos» es un refrán que ha llegado hasta nosotros desde el tiempo de Augusto, y que da á entender cuán pronto se preparaba este vegetal para servirle á la mesa.

Un plato mucho mas apreciado en Atenas eran los nabos de Tebas. Las zanahorias también se consideraban como un escelente plato en las mesas de los griegos y de los romanos. La verdolaga estaba mirada mas bien como un remedio contra los venenos, ya hubieran penetrado en la sangre, ya hubieran ido como bebida al estómago. Actualmente en algunos puntos de Francia hay en el vulgo, la idea de que si se frota un vaso con la misma mano que antes ha tocado verdolaga ó peregil, el vaso se rompe en seguida; es inútil decir que esta idea no tiene fundamento alguno, y que las personas que han tenido la curiosidad de hacer el esperimento han visto que el vaso resistía al supuesto maleficio.

Los brécoles eran la hortaliza favorita de Druso, quien los comia en gran cantidad y su padre los tenia igual afición; el soberano del mundo romano y su ilustre heredero se disputaban un plato de esta verdura como pudieran haberlo hecho dos campesinos. Las alcachofas no llegaron á gozar favor entre la aristocracia; la opinión de Galeno era contraria á ellas, y por espacio de mucho tiempo únicamente las usaron los bebedores como preservativo contra, el dolor de cabeza que suelen producir las bebidas, y los cantantes para dar mas fuerza á su voz. Plinio dice que las alcachofas son un alimento escelente para la clase pobre y para los asnos, á los que sin duda este escritor igualaba las clases inferiores de la sociedad despreciando todo sentimiento humano: para los estómagos de las clases mas elevadas prefería los cohombros; pero el pueblo encontró al fin las ventajas de los cohombros. La lechuga fue siempre estimada en todas partes; era el alimento que el bello Adónis prefería. La lechuga se prescribía también como alimento á propósito para las personas que padecían de insomnios, y en efecto, parece que tiene una virtud narcótica; se dice que sirvió para destruir una enfermedad grave que tuvo Augusto. Los hombres de ciencia y las clases elevadas elogiaban la lechuga, y la filosofía sancionaba estas alabanzas por medio de Aristoxeno, quien no sólo cultivaba lechugas, que eran, por decirlo asi, el orgullo de su huerto, sino que las regaba con vino para darles un sabor mas grato y mas fuerte.

No debemos, sin embargo, dar mucho crédito á ciertas historias de sabios y de boticarios. Algunos recomendaban la seductora, pero indigesta achicoria, como escelente contra el dolor de cabeza, y las cebollas tiernas y la miel como específicos admirables para conservar la salud cuando se tomaban en ayunas; pero esta prescripción era sólo para los rústicos pastores y las muchachas de la clase baja; las clases mas elevadas de la ciudad y del campo difícilmente se hubieran aventurado á hacerlo asi, y sin embargo la madre de Apolo comia puerros crudos y le gustaban los que tenian dimensiones jigantescas; por esta razón tal vez se decia que el puerro, no sólo era saludable, sino que servía para embellecer. La afición á los melones se debe sin duda alguna á Tiberio, que era aun mas aficionado á ellos que á los brécoles. Los emperadores alemanes heredaron sin duda la afición que los tenia su predecesor romano, aunque á la verdad, llevándola al esceso; porque mas de uno ha habido que ha preferido morir por comer melones, que vivir renunciando á ellos.

Hemos hablado de espárragos jigantescos; los judíos tenían rábanos que podían competir con aquellos, si es cierto que una zorra con su cria podía meterse en el hueco que dejaba uno de ellos, y que no era raro que llegaran á tener cien libras de peso. Rábanos de esta clase son los que en otro tiempo han debido usar las turbas como armas en las insurrecciones. En casos semejantes, un pueblo amotinado estaría siempre provisto de víveres y tendría la estraña ventaja de poder combatir con sus enemigos y después cernerse sus propias armas. El rábano ordinario que se cria en algunos paises y que sólo se da á las caballerías, como en algunos puntos de España se hace con los nabos, es probablemente un descendiente de este antecesor jigantesco. En un tiempo tuvo reputación inmensa; decíase que aun cuando se mojara una flecha con una sustancia venenosa el golpe seria inofensivo, si se aplicaba un pedazo de rábano á la herida; y frotándose las manos con él, apenas perjudicaba la picadura del reptil mas dañino. En una palabra, se le elogiaba como un remedio para todos los males de la vida, con la única escepcion de que destruía la dentadura. Las opiniones estaban mas divididas con respecto á los ajos que con respecto á los rábanos; los egipcios, los divinizaban, como lo hacían también con los puerros y con la col; los griegos los dedicaban á Gelanna y á los soldados y marineros. Empleados medicinalmente se consideraban muy útiles en ciertas enfermedades, si la planta primitiva se había sembrado cuando la luna estaba mas baja que el horizonte; pero nadie que hubiera comido ajos podia pretender entrar en el templo de Cibeles. Uno de los Alfonsos de Castilla parece haber sido también tan enemigo de los ajos como aquella diosa, pues condenó á un mes de destierro lejos de su real persona á un caballero de Castilla por haberse descubierto que había cometido el delito de comer ajos.

Entre los romanos, se hacia poco uso del azafrán, aunque parece que le estimaban mucho y le atribuían muy buenas propiedades; un escritor latino le recomienda particularmente y dice que entre otras virtudes tenia la de servir para alegrar el corazón.

M.

NECROLOGIA.

Federico Ruiz

La muerte, como decimos en la Revista semanal de este número, ha venido á privará la patria de uno de sus hijos predilectos, arrebatándonos á Federico Ruiz cuando apenas contaba treinta y un años de edad. Discípulo de Vallejo y de Villamil, que desde los primeros dias de su enseñanza, conocieron en él las mas felices disposiciones, recompensó ampliamente con su aplicación y sus progresos el celo y el interés empleados por sus maestros, y pronto se halló en estado de adquirirse por sí mismo los medios de subsistencia y un nombre que, si no muy conocido aun del público, lo era ya bastante entre sus compañeros, que le estimaban, además, por su modestia, grande como llegó á serlo su mérito, y por su carácter simpático y benévolo, nunca torcido por las pequeñas pasiones que suelen agitarse en el mundo del arte.

Federico Ruiz era un gran acuarelista y un gran dibujante: establecido en cualquiera de esos centros de actividad que, como París y Lóndres, tienen el privilegio de consagrar y universalizar el nombre del verdadero genio y aun de no pocas medianías, y dedicado sobre todo al paisaje, en el cual rayaba hasta donde pocos, por ser su especialidad, hubiera sido un Calam, y hubiera ocupado un puesto de los mas importantes y legítimos, y dejado una fortuna considerable á su familia. Nacido y establecido en Madrid, sólo deja una herencia de lágrimas á su familia y un recuerdo en el estrecho círculo de amigos del arte, que supieron apreciar sus cualidades eminentes. Muestras numerosísimas existen de ellas en El Museo Universal, y en otras publicaciones del establecimiento de los señores Gaspar y Roig, que, por sus talentos, por la afabilidad de su carácter y por haberlo ocupado constantemente durante largos años, lo consideraban ya como individuo de su propia familia. A Federico Ruiz se deben la mayor parte de los paisajes, retratos, monumentos, vistas, y otra infinidad de dibujos, ya originales, ya reproducciones de cuadros, como el de la Capilla Sixtina, que los suscritores á El Museo v á las demás obras de la casa de Gaspar y Roig habrán admirado con frecuencia, y que demostraban la facilidad suma, la esquisita gracia, la corrección hasta en los menores detalles, la fidelidad artística, y el golpe de vista que como pocos poseía Ruiz, cuyo lápiz se había ejercitado en todos los géneros, porque aquí el artista ha de servir para todo, so peña de renunciar hasta lo mas indispensable para vivir con estrechez, si ha de consagrarse esclusivamente á aquello á que mas le inclina la índole de su talento. Para mejor comprender la exactitud de lo que decimos, conviene tener présentes algunas circunstancias, y entre ellas una esencialísíma, y es la consideración de los elementos con que, asi artistas como escritores y editores, cuentan en España. Colóquese á los de otros paises en condiciones idénticas, y quizá no sea aventurado afirmar que les seria difícil obtener resultados tan satisfactorios. Nuestro pesimismo y nuestro poco amor á las glorias nacionales, nos condenan á la triste condición de simples admiradores de todo lo estraño, merézcalo ó no lo merezca, y despreciamos lo propio, sólo por serlo, y sin reflexionar que ninguno de los pueblos que hoy figuran mas ha subido en un dia á la altura en que los vemos, sino después de muchas y muy dolorosas pruebas.

Hagamos justicia á los que, como Federico Ruiz, han vivido una vida modesta, honrada y laboriosa, y coloquemos sobre la humilde losa bajo la cual se guardan sus restos mortales, la corona de laurel que otros pueblos mas afortunados depositan sobre los soberbios monumentos que erigen á los que han hecho algo por su grandeza.

Z.


MONUMENTOS ANTIGUOS.

LA CRUZ DE LA VICTORIA.

De los dibujos que nos remiten algunos artistas y suscritores de provincias, damos hoy uno que representa la Cruz llamada de la Victoria, curioso recuerdo de otros tiempos que aun existe entre Murviedro y Almenara y puede estudiar el arqueólogo. Este monumento marca el sitio donde don Jaime, el Conquistador, que había salido de Almenara con objeto de practicar un reconocimiento sobre el castillo de Murviedro, se vió atacado y envuelto por fuerzas árabes muy superiores á las suyas. Rodeado el valeroso monarca por todas partes, se defendía denodadamente hacia ya una hora, cuando avisada la guarnición de Almenara, cargó sobre los moros, los cuales se vieron obligados á ceder el campo á sus contrarios. En acción de gracias al Todopoderoso, el rey don Jaime hizo levantar la Cruz que el grabado reproduce, en el mismo teatro de la memorable batalla, ocurrida por los años de 204.


Próxima á terminar la publicación del viaje a Filipinas, damos hoy principio al de Babilonia, que, como verán nuestros lectores, es curioso é interesantísimo bajo todos conceptos. A éste, como á aquel, acompañaran grabados que, unidos á la narración, darán la idea mas completa posible de la grandeza del antiguo imperio babilónico y de su desolación y decadencia actuales.

VIAJE A BABILONIA.
I.

Salida De Mosul.—Un Kelek.—Las Náyades de Tekrit.— Antigüedades: El Muro De Media: Opis.— Samara.—Un Recuerdo Del Emperador Juliano.— Llegada á Bagdad.

Después de haber dedicado á Asiría, representada por el moderno Kurdistan, las tres semanas de que