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ni embajadores, y si me alimentas con la esperanza de un rescate, te vas a chasquear: ¡te lo juro!

Un murmullo de incredulidad se elevó en el auditorio; pero el Rey pareció creerme bajo mi palabra.

— Si es asi — me dijo, no cometeré la tonteria de retenerle aqui contra su deseo. Prefiero enviarle de nuevo a la ciudad. La señora le entregará una carta para su señor hermano y partirá usted hoy mismo. Con todo, por si tuviese usted necesidad de permanecer un día o dos en la montaña, le ofrezco mi hospitalidad, pues supongo que no ha venido usted hasta aquí con esa caja grande para mirar el paisaje.

Este discursito me proporcionó un alivio notable.

El Rey, sus secretarios y sus soldados me parecian mucho menos terribles; las rocas vecinas se me figuraban mucho más pintorescas desde que las miraba con los ojos de un huésped y no con los de un prisionero. El desco que tenía de ver Atenas se calmó súbitamente, y me hice a la idea de pasar dos o tres días en la montaña. Sentia que mis consejos no serían inútiles a la madre de Mary—Ann. La buena señora se encontraba en un estado de exaltación que podíia perderla. ¿Y si, por acaso, se obstinaba en negar el rescate? Antes que Inglaterra acudiese en socorro suyo, tenía tiempo de atraer alguna desgracia sobre una cabecita encantadora. No podia alejarme de ella sin contarle, para su gobierno, la historia de las muchachitas de Mistra. ¿Y qué más he de decirle? Usted conoce mi pasión por la botánica. La flora del Parrés es muy interesante a fines Bi. RBY DE LAS MONTAÑA