Página:El rey de las montañas (1919).pdf/14

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
10
 

pasar algunos meses en Grecia, y su libro de usted ha viajado por todas partes conmigo.

Este exordío infundió en mi corazón una dulce alegria; la voz del extranjero me pareció más melodiosa que la música de Mozart, y dirigí a sus lentes de oro una mirada chispeante de agradecimiento.

No puedes figurarte, amigo lector, cuánto queremos a los que se han tomado el trabajo de descifrar nuestros palotes. De mi puedo decir que si alguna vez he deseado ser rico es para señalar una renta a todos los que me han leido.

Cogi de la mano al excelente joven. Hice que se sentase en el mejor banco del jardin, porque tenemos dos. Me comunicó que cultivaba la botánica y estaba disfrutando una pensión del Jardin de Plantas de Hamburgo. Mientras completaba su herbario, habia observado lo mejor posible el pais, los animales y las gentes. Sus descripciones ingenuas, su visión limitada, pero exacta, me recordaban un poco la manera del buen Herodoto. Se expresaba pesadamente, pero con un candor que imponía la confianza; acentuaba sus palabras con el tono de un hombre profundamente convencido. Pudo darme noticia, si no de toda la ciudad de Atenas, al menos de los principales personajes que he nombrado en mi libro. En el curso de la conversación enunció algunas ideas generales que me parecieron tanto más razonables, cuanto que yo las había desenvuelto antes que él.

Al cabo de una hora de conversación éramos íntimos amigos.