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mismo, con cuidados casi maternales. Cuando hacia saltar a la pequeña sobre sus rodillas, los bandidos sus compañeros le decían riendo: «No te falta más que darle de mamar.»» El amor paternal dió un nuevo impulso a su espiritu. Para reunir a su hija una dote regia, estudió las cuestiones de dinero, sobre el cual habia tenido ideas demasiado primitivas. En lugar de amontonar sus escudos en arcas, los puso a rédito. Aprendió las vueltas y revueltas de la especulación, siguió el curso de los fondos públicos en Grecia y en el extranjero. Se ha llegado a pretender que, convencido de las ventajas de la comandita, tuvo la de poner el bandidaje en acciones. Hizo varios viajes por Europa, bajo la dirección de un griego de Marsella que le servia de intérprete. Durante su estancia en Inglaterra, asistió a una elección en no sé qué burgo podrido (1) del Yorkshire; este hermoso espectáculo le inspiró reflexiones profundas sobre el gobierno constitucional y sus ventajas. Volvió decidido a explotar las instituciones de su patria y a hacerse con ellas una renta. Quemó buen número de aldeas en servicio de la oposición; destruyó algunas otras en interés del partido conservador. Cuando se quería derribar un ministerio, no habia más que dirigirse a él; probaba con argumentos irrefu(1) Burgo podrido se llamaba en Inglaterra a las localidades que, habiendo tenido derecho a enviar un diputado al Parlamento, reducidas después a una casa o finca, conservaban este derecho, que utilizaba íntegro el propietario.—(N. del T.)