Página:El rey de las montañas (1919).pdf/54

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
50
 

paso por donde, de memoria de caballo, nadie habia trotado nunca. El otro animal, estimulado por el ejemplo, trataba de tomar el mismo paso, y si hubiésemos seguido hablando algunos minutos más, nos hubiésemos quedado muy lejos. Dimitri corrió a juntarse con las damas, y yo oi a la señora Simons decirle en inglés:

—No se aleje usted. Soy inglesa y quiero ser bien servida. No le pago a usted para que vaya de conversación con sus amigos. ¿Quién es ese griego con quien hablaba usted?

—Es un alemán, señora.

—¡Ah!... ¿Qué hace?

—Busca plantas.

—¿Es acaso un boticario?

—No, señora; es un sabio.

—¡Ah!... ¿Sabe inglés?

—Si, señora, muy bien.

—¡Ah!...

Los tres ««jah!» de la vieja señora fueron dichos en tres tonos diferentes, que me hubiese gustado anotar si hubiese sabido música. Por matices muy sensibles, indicaban los progresos que había hecho en la estimación de la señora Simons. No me dirigió, sin embargo, la palabra, y seguí a la pequeña caravana a algunos pasos de distancia. Dimitri no se T'atrevía a hablar conmigo; marchaba delante como un prisionero de guerra. Todo lo que pudo hacer en mi favor fué lanzarme dos o tres miradas que querian decir en francés: «¡Qué impertinentes son estas inglesas!» Miss Simons no volvía la cabeza, y yo me