Página:El rey de las montañas (1919).pdf/55

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
51
 

veia imposibilitado de decir en qué su fealdad diferia de la de Fotini. Lo que pude ver sin indiscreción es que la joven inglesa era alta y muy bien formada. Tenía un busto amplio, una cintura redonda como un junco y flexible como una caña. Lo poco que se notaba de su cuello me hubiese hecho pensar en los cisnes del Jardin Zoológico, aun cuando yo no hubiese sido naturalist...

Su madre se volvió para hablarle y yo doblé el paso, con la esperanza de escuchar su voz. ¿No le he advertido a usted que soy apasionadamente curioso? Llegué justamente a tiempo de recoger la conversación siguiente:

—¡Mary Ann!

—¿Mamá?

—Tengo hambre.

—¿Tienes?

—Sí, tengo.

—Yo, mamá, tengo calor.

—¿Tienes?

—Si, tengo.

¿Cree usted que este diálogo eminentemente inglés me hizo sonreír? De ningún modo, amigo miome encontraba bajo el efecto de un sortilegio. La voz de Mary—Ann había seguido yo no sé qué camino para penetrar yo no sé dónde; el hecho es que escuchándola experimentaba como una angustia deliciosa, y me sentia muy agradablemente ahogado. En mi vida había oído algo más juvenil, más fresco, más argentino que esta vocecilla. El sonido de una lluvia de oro al caer sobre el techo de mi padre me hu UNIVERSITY OF ILLINOIS LIBRARY