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El campamento del Rey estaba en una meseta de setecientos u ochocientos metros de superficie. En vano buscaba yo las tiendas de nuestros vencedores.

Los baudidos no son sibaritas y duermen al raso el 30 de abril. No vi ni despojos amontonados, ni tesoros extendidos, ni nada de lo que se espera encontrar en los reales de una banda de ladrones. HadgiStavros se encarga de vender el botín; cada hombre recibe su paga en dinero y la emplea a su capricho.

Unos la colocan en el comercio; otros la dan en hipoteca sobre casas de Atenas; otros compran terrenos en sus aldeas; ninguno despilfarra los productos del robo. Nuestra llegada interrumpió el almuerzo de veinticinco o treinta hombres, que acudieron a nosotros con su pan y su queso. El jefe alimenta a sus soldados: se les distribuye todos los dias una ración de pan, de aceite, de vino, de queso, de caviar, de pimientos, de aceitunas amargas y de carne, cuando la religión lo permite. Los golosos que quieren comer malvas u otras hierbas quedan en libertad de cogerlas en la montaña. Los bandidos, como las demás clases del pueblo, encienden rara vez fuego para sus comidas; comen las carnes frias y las legumbres crudas. Observé que todos los que se apretaban en torno nuestro observaban religiosamente la ley de la abstinencia. Estábamos en la vispera de la Ascensión, y estas buenas personas, de los cuales el más inocente tenia por lo menos un hombre sobre la conciencia, no hubiesen querido cargar su estómago con una pata de pollo. Detener dos inglesas en la punta de sus fusiles les parecía un pe.