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bandidos, sino algo mucho peor. Los griegos llevan sobre si un ejército de animalitos ágiles. caprichosos, irascibles, que les acompañan dia y noche, les entretienen hasta durante el sueño, y por sus saltos y picaduras aceleran el movimiento del espíritu y la circulación de la sangre. Las pulgas de los bandidos, de las cuales puedo mostrarle a usted algunos ejemplares en mi colección entomológica, son más rústicas, más fuertes y más ágiles que las de los ciudadanos. ¡Tiene tan poderosas virtudes el aire libre! Pero no tardé en darme cuenta de que no estaban contentas de su suerte y que encontraban más gusto en la piel fina de un joven alemán que en el cuero curtido de sus dueños. Una emigración armada se dirigió sobre mis pobres piernas. Senti primero una viva picazón alrededor de los tobillos: era la declaración de guerra. Dos minutos después, una división de vanguardia se dirigió sobre la pantorriIla derecha. Yo llevé a ella vivamente la mano.

Pero, aprovechando esta diversión, el enemigo avanzaba a marchas forzadas hacia mi ala derecha, y tomaba posiciones sobre las alturas de las rodillas. Estaba envuelto, y toda resistencia era ya inútil. Si me hubiese encontrado solo, en un rincón aparte. hubiese intentado, con algún éxito, la guerra de guerrillas. Pero la bella Mary—Ann estaba delante de mí, roja como una cereza, y atormentada acaso también por algún enemigo secreto. No me atrevia ni a quejarme, ni a defenderme; devoraba heroicamente mis dolores, sin alzar la vista sobre miss Simons, y sufria por ella un martirio que nun-