Página:El rey de las montañas (1919).pdf/81

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
77
 

ca me agradecerá. En fin, agotada mi paciencia y decidido a sustraerme por la fuga a la ola ascendente de las invasiones, pedí que me llevasen ante el Rey. Esta palabra recordó su deber a nuestros guías.

Preguntaron dónde estaba Hadgi—Stavros. Les respondieron que trabajaba en sus oficinas.

—Al fin—dijo la señora Simons—, podré sentarme en un sillón.

Tomó mi brazo, ofreció el suyo a la hija y marchó con paso decidido en la dirección por donde la multitud nos conducía. Las oficinas no estaban lejos del campamento, y estuvimos alli en menos de cinco minutos.

Las oficinas del Rey tenian de oficinas lo que el campamento de los bandidos de campamento. En ellas no se veía ni mesa, ni sillas, ni mobiliario de ninguna especie. Hadgi Stavros estaba sentado, con las piernas cruzadas, sobre una alfombra cuadrada, a la sombra de un abeto. A su alrededor se agrupaban cuatro secretarios y dos servidores. Un muchacho de diez y seis a diez y ocho años estaba coutinuamente ocupado en llenar, encender y limpiar el chibuk. Llevaba a la cintura una bolsa de tabaco bordada de oro y perlas finas, y unas tenacillas de plata destinadas a coger la candela. Otro criado se pasaba el día preparando las tazas de café, los vasos de agua y los dulces destinados a refrescar la boca regia. Los secretarios, sentados directamente sobre la roca, escribian sobre sus rodillas con cañas cortadas. Cad uno de ellos tenía al alcance de la mano una larga caja de cobre que contenía las cañas, el