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dido; pero es preciso que mi dinero sirva para, algo.

El Walter Scott ha llegado al Pireo, lo mismo que el Robinson y todos los libros ingleses que has manifestado deseos de leer; haz que nuestros amigos de la calle de Hermes los recojan en la aduana. Recibirás al mismo tiempo el brazalete que pedias y esa máquina de acero para inflar las faldas de tus vestidos. Si tu piano de Viena no es bueno, como me dices, y quieres de todas maneras uno de Pleyel, lo tendrás. Haré dos o tres aldeas después de la venta de las cosechas, y mal han de ir las cosas para que no saque el precio de un bonito piano. Pienso, como tú, que necesitas saber música; pero lo que debes aprender ante todo son las lenguas extranjeras. Emplea los domingos de la manera que te he dicho, y aprovéchate de la complacencia de nuestros amigos.

Es preciso que puedas hablar el francés, el inglés y, sobre todo, el alemán. Pues al fin y al cabo no es posible que tú vivas en este pequeño país ridiculo, y preferiria verte muerta a casada con un griego.

Hija de Rey, tú no puedes casarte más que con un principe. Y no me refiero a un principe de contrabando como todos nuestros Fanariotas, que se jactan de descender de los emperadores de Oriente, y a quienes yo no quisiera tomar de criados, sino de un príncipe reinante y coronado. Los hay muy aceptables en Alemania, y mi fortuna me permite escogerte uno de ellos. Si los aler han podido venir a reinar entre nosotros, no veo por qué tú no irias a reinar entre ellos. Date prisa, pues, aprende su lengua, y dime en la próxima carta que has heEL REY DE LAS MONTAÑAS 6