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VIRGILIO.


CLVI.

«No será cual la tuya inobediente
Arma de esta mi diestra manejada,
Ni ella sus golpes eludir consiente,»
Dice Turno; y se empina, alta la espada,
Y en la mitad descarga de la frente
A Pándaro tan recia cuchillada,
Que no paró sin que con ancha herida
Las impubes quijadas le divida.

CLVII.

Cae el jayan; y el suelo en són profundó
Treme, no acostumbrado á golpes tales.
Con sangre y sesos el arnes inmundo
Tiende en tierra, y á par descomunales
Sus miembros, el coloso moribundo;
A hierro en partes dividida iguales
Cuélgale la cabeza á entrambos lados;
Y cuantos miran esto huyen turbados.

CLVIII.

Si al vencedor al punto se ocurriera
A sus parciales franquear la entrada
Rompiendo con su mano la barrera,
Fuera aquella ocasion postrer jornada
A la emprendida lid, y luz postrera
A la raza de Príamo cuitada;—
Mas de sangre la sed, que sangre huele,
De los que huyen en pos loco le impele.