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VIRGILIO.


LIV.

Tolumnio el adivino habló el primero:
«¡Oh! lo que tanto ansié cúmplese ahora:
Me dan los Dioses favorable agüero.
A mi ejemplo, á mi voz, sin más demora
Requerid, desgraciados, el acero
Contra ese advenedizo que os azora,
Que con tímidas aves os iguala
Y vuestras costas ominoso tala!

LV.

»A salvar nuestro Rey de uñas feroces
Venid, las filas estrechad: yo os fio
Que fugitivo el robador, veloces
Las alas soltará de su navio
A perderse en los mares.» Tales voces
Lanza el augur, y con resuelto brío
Corre adelante, y una lanza tira
A los contrarios que á su alcance mira

LVI.

Inevitable el asta huye y rechina;
Suena inmenso clamor; tumultuosa
Agitacion los órdenes domina
De bancos, y en los ánimos rebosa.
Nueve hijos, de belleza peregrina,
Que al árcade Gilipo etrusca esposa
Dió, fiel cuanto fecunda, hizo el Destino
Que estuviesen enfrente al adivino.