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partidarios fanáticos de nuestra europeización completa cuanto dicen acerca de la aridez del suelo peninsular, de la agonía de las ciudades viejas y de la densa ignorancia de los españoles, cuatro ó cinco viajeros que se limitaron á recorrer por ferrocarril la llanura castellana y que, con el Baedeker por Biblia y algún gitano por cicerone, visitaron la Alhambra y presenciaron un par de bailes á la luz de los candiles en alguna cueva del Sacromonte.

Esos viajeros literatos osarán juzgar con aire de suficiencia á Felipe II porque vieron en El Escorial su estatua orante, hablarán del fanatismo y de la intolerancia de un pueblo cuyas Universidades están plagadas de libre-pensadores y execrarán los sanguinarios instintos de la muchedumbre que se agolpa á la puerta de la Plaza de Toros, como si los deportes de la gente anglosajona fuesen menos feroces ó más artísticos.

Los discípulos españoles de semejantes