ó por neologismos de gusto dudoso, es cosa que no puede ser motivo de vacilación alguna. La misma conservación del idioma autoriza y hasta exige el empleo sin cortapisas, de los vocablos que en el expresado caso se encuentren.
Hay otras voces también autorizadas por la Academia y que designan, por ejemplo, plantas, instrumentos de música ó de artes manuales, enseres domésticos, armas ó accidentes geográficos, las cuales el uso corriente ha reemplazado por otras, también castizas, que dan exacta idea de las cosas que con ellas se quieren expresar. Para valerse de esas voces se requiere á mi juicio un tacto extraordinario. Empléense en buen hora en el verso, no por mera exigencia de la rima, pues aconsejar su uso por esa única razón equivaldría á consagrar el ripio, sino cuando las condiciones eufónicas ó pictóricas de la palabra pueden, á juicio del autor, sugerir con energía alguna idea ó evocar con viveza un