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A LA LAGUNA NEGRA

Todo lo cual ejecutamos inmediatamente. En las vueltas de ese maldito camino, los caballos se negaban a pasar—tenian que hacer un verdadero salto mortal,—i era preciso castigarlos para que marcharan.

Apénas alumbraban el paisaje algunos rayos de un sol poniente, cuando conseguimos pasar ese atroz precipicio. Aquí, a imitacion de uno que hai en Suiza, debia ponerse este cartel: "Es prohibido pasar por este sitio, so pena de matarse."

Despues de tan peligrosa bajada i tan luego como estuvimos en la llanura, nos detuvimos, tanto para tomar aliento cuanto para que las pobres bestias, inundadas de sudor, recobraran algo sus fuerzas.

Aprovechando esta paradilla, el señor Vicuña descargó sobre el maciso costado o pico, que forma la pared sur del abismo, algunos tiros de revólver, para oir el efecto que producian en esas inmensas i oscuras cavidades.

El eco es en ellas de una magnificencia admirable, tentado estuve de decir de una admirable belleza. Se oye el mismo tiro repetirse un número infinito de veces, como si algun encantador hiciera producirlo a cada roca, a cada escabrosidad, a cada quebrada, i propagándose i repitiéndose, produce el mismo efecto que un fuego de guerrilla que va estinguiéndose poco a poco; se aleja y las últimas vibraciones terminan como uno de los valses de Gungl.

Una vez pasadas "Las Cruces," el camino es mui bueno, estendiéndose por suaves lomajes, en los que ya se adivina la rica vejetacion de los llanos. Aquí