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ESELA

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Sí, Dios mío! Era el único que a oírte podía haberte salvado en situación semejante, cándida paloma, inocente torcaza, que caíste herida al tender el vuelo por la región de la luz con que soñó tu alma pura! Solamente EL, el GRANDE, el INVENCIBLE, el MISERICORDIOSO, podía haberte librado de la infame asechanza del mas vil y miserable de los seductores! Pero Dios no te oyó; o si te oyó, quiso probarte ante el peligro... Y caíste!...Caíste empujada por dos fuerzas irresistibles: tu amor y la seducción! La pasión tiene imperio absoluto sobre el alma de la mujer; ejerce atracción singular e invencible sobre toda ella, siendo su voluntad impotente para contrarrestar su influencia soberana. ¿ Qué extraño entonces que la pasión que arrastra, ofusca y domina por completo, sea débil fuerza para luchar, con la seducción, que sorprende y traiciona, asestando su golpe de muerte tras una promesa falaz y un juramento fementido? El amor que en sus períodos tranquilos suele tener sus presentimientos,-porque es reflexivo -es el peor consejero cuando se apodera de nosotros en forma de pasión -y ésta, al estallar en el alma, nos aturde, nos entorpece la inteli-