Amir y Arasi 109
Cuando Amir puso la cubierta á esta carta y la dejó con otras que había escrito anteriormente y que debían ser despachadas por el correo del día siguiente. miró el reloj y debió hallar grabada una hora que hacía propicio su buen deseo, porqué una satisfacción simpática. se retrató en su semblante
Amir se puso en pie; una sonrisa plegó sus labios y sus ojos pasearon una mirada distraída por todo el cuarto.
Acaricióse suavemente la barba... después abo- tonóse el abrigo hasta cl cuello y encaminóse á la habitación de doña Jova.
No bien escuchó ésta los pasos de su hijo, dijo con voz dulce:
—Entra hijo, entra...
La voz de Amir sonó armoniosa.
— Vengo á darte las buenas noches y... á repren- derte, y el joven se sentó al lado de su madre.
— Hazlo, hazlo, hijo dijo doña Jova, pero ¿en qué falta he incurrido: dime? — interrogó gentilmente.
— ¿Qué es ésto? — preguntó Amir apoderándose de unas ropas usadas. que su madre tenía encima de una silla y á su lado.
— ¡Ah! —añadió Amir. — Una media, una casa- ea... ¡qué enredo donoso!
—Eso es sólo asunto de mi incumbencia — y doña Jova semi resentida, trató de despojar al joven de lo que le había quitado inadvertidamente.
— Pues bien. mamá. ¿Conque asunto de su in- eumbencia. eh? ¿No me ha dicho usted al manifes- tarle yo que la reprendería: ** hazlo, hazlo? ””
Pues he aquí un hecho claro, irrefutable, incon- cuso — continuó Amir. — Esta media, esta casaca. y toda esta colección de antigiiedades, van ahora