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Amir y Arasi 131


— ¿Viene usted?... la joven estaba conturbada y un secreto presentimiento maceraba su corazón. De ahí que no tuviera valor para terminar la frase...

Camilo puso la carta en manos de Arasi, quien tomándola con dolorosa sorpresa. apretóla irrefle- xivamente sobre su corazón. Sus párpados se ineli- naron, ocultando espirituales desgarramientos


Arasi no comprendía nada... ni siquiera su dolor Pero sufría sin suponer aún, sufría su alma entro mirajes de dudas y de ereencias... ¡En el vuelo de un minuto la idea visita tantas tumbas blancas «ue encierran una lágrima que no se extingue jamás! ¡Oh dolor inmortal! eres hermano de todo lo que existe y palpita.

Camilo desapareció inmediatamente.

La joven se dejó caer sobre un sofá. — Su rostru estaba pálido. No se atrevía á desgarrar la cubierta; un secreto temor la obligaba á conservarla intae- ta y Arasi, llevaba la carta, á los labios y la retiraba sin besarla y como dudando, ya, de Amir.

— ¡Madre mía! — murmuró al fin dolorosamente : — ¡si encierra algo muy terrible,... consuélame, préstame valor! y rasgó el sobre.

— ¡Ab! — y la joven lanzó doloroso grit-.


¡Lejos!... ¡en la guerra!!... ¡Que lo olvide!... En la mirada de Arasi se percibió una sombra muy ne- era, muy turbia, que nacía de algo muy hondo... Era una mirada desgarradora...

Con los ojos agrandados, púsose en pie y, con el semblante demudado. “¡El pica-pau! ¡el pica-pau!”” exclamó, estiraudo el brazo con inmenso des- aliento.

¡El pica-pau! — ¿por qué esa palabra había acu-