146 Margarita Eyherabide y
— La señorita puede ver — murmuró áspere- mente. Un hombre piensa y suspira en secreto por usted — pero está á muchas leguas de acá, á ver... muy lejos... y se aleja más aún... — Este hombre piensa casamiento con usted — estas son las pala- bras textnales de la hechicera—pero le sobrevendrán grandes desgracias. Está inocente de la muerte de un amigo... ó un hermano, bien puede ser un her- mano.
Viaja... no por mar, sino por tierra y sus viajes serán muy expuestos, pero sobre su cabeza, tiene el mensajero de fortuna y á sus pies, una larga vida.
A usted... ¡ah! La alumbran el sol y las estre- llas; —el bien amado ausente tiene el mensajero de fortuna pero antes sufrirá grandes desgracias ó grandes decepciones.
Unas nubes, el cajón...
— ¡Dios mío! — murmuró Arasi al ver el dedo índice de la hechicera puesto sobre sobre el ataúd envuelto en un paño negro.
— La hechicera continuó: — Las nubes se alejan, se anulan por la vecindad del corazón atravesado por una flecha, que significa paz y armonía. Mu- chos disturbios... Se detuvo un minuto y luego continuó:
— Un casamiento feliz, con persona de buena sociedad. que es ese hombre. Los rodean corazo- nes leales y el ángel del amor. Pero muchos dis- turbios — volvió á repetir la vieja ¡y muchas lá- grimas!
— ¿Qué más? — preguntó Arasi suspirando y lMoriqueando á un tiempo.
— Si desea usted sacar otra vez, la baraja hablará más, inquirió la vieja.