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158 Margarita Eyherabide
cabeza sobre mi seno y llorábamos las dos abraza- das. Cuando alzaba el rostro, su mirada posábase en mi semblante con un reconocimiento que me enternecía, y de nuevo volvíamos á confundirnos en un abrazo y al separarnos nos amábamos con un cariño de madre á hija; la amaba como te amo á tí, Amir de mi vida!
El joven se dejó caer, trémulo de ventura, á los pies de su madre Tomó su mano y apoyóla en su frente.
Cuando se incorporó, en su rostro brillaba la feli- cidad más intensa.
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