Amir y Arasi 159
CAPÍTULO VII
Al oído le había hablado Amir á doña Jova; le había hablado de su intención, de sus esperanzas, de su resolución, más bien dicho.
Doña Jova. no opuso la menor resistencia.
—- Todo, hijo — le dijo — todo lo que hagas, es- tará bien, para mí.
El joven se sintió remunerado de sus anteriores desazones, al oir esta franca respuesta de su madre.
— Acá no se puede trabajar, mamá — murmuró — La vida es una agitación continua. El suelo ex- tranjero está cerca y nos ofrece albergue. Sólo del trabajo, obtendremos lo que necesitamos para nues- tro sostenimiento. Hoy, no se halla ocupación ¡ay! en nuestra patria. — Expatriémonos, vayamos á un suelo extranjero, dejando abandonada la casa blanca. — Quizá cuando volvamos á ella la eucontraremos en ruinas! También, mamá, sonreí tristemente, la noche que llegué, después de mi entusiasta pere- erinación; mirando con amor la casa que ha sido cuna de mi infancia y de mi juventud, exclamé asombrado: — ¡La casa blanca es ahora la casa negra! Quiera Dios que cuando los disturbios esté- riles acaben, no tengamos que añadir: — la casa negra es ahora la demolición.
— ¡Calla, calla! -—mno despiertes en mi corazón tanta amargura, Amir, murmuró doña Jova.
— ¡Oh! — perdona, mamá, no pensé que sólo el pensamiento de nuestra marcha, basta para desga-