Amir y Arasi 201
por parte de tan buenos amigos y Amir estaba encan- tado. César lo cogió del brazo y lo llevó por toda la casa.
— Amir creía caminar sobre alfileres. Me estará observando —se decía con el pensamiento puesto siempre en Arasi—si me mira de frente, estoy listo; pero de perfil ¡diantre! Creo que este señor Gongalves da cada abrazo que le enmaraña á uno el cabello y por poco si lo despechuga, ¡estoy 1n- cido si hago ante ella, un papel desairado!
-- Desde hace unos días --- cxelamó César — pasamos entretenidísimos con nuestra prima Luisa v su hermanita María Ina.
— ¿Han venido, acá... temporalmente? — mur- inuró Amir, palideciendo.
— Sí. ¿Conoces á Luisa?
— No la eonozeo — respondió Amir.
—Es una criatura deliciosa, buena, amable y lindísima. Á todo esto, traspusieron la verja y salie- ron al campo. Á unas cuadras de la casa, se veía un lindo bosquecillo, donde las desaliñadas ramas de los sances, caían, hasta tocar la alta yerba del mal- vavisco. — Te presentaré á Luisa — murmuró César ¿Dónde? — y Amir sintió un respondió César
picaréscamente. — vuelco en el corazón. —¡ AM! imponiéndole silencio con una seña cariñosa. Chi- tón — añadió. Desde esta mañana huyen de mí, pero sé que ahí han elegido su guarida; me lo ha descubierto en secreto María Ina.
Rió César, mientras Amir quería resistirse, como temeroso. Cogidos siempre del brazo, el hermano de Arasi hacía el menor ruído con sus pisadas y Amir trató de imitarlo.
Alzó César, con la mano, unas ramas que les obs-