54 Margarita Eyherabide
límites; sé despreciativo ó ten lástima del que intente sobreponerse ostensiblemente á tí. Ya ves: esta es la más antipática fotografía del orgullo. No pretendas alzarte jamás por encima del más humil- de. Muéstrate orgulloso ante una ofensa, sea cual- quiera (que fuere su grado, pero no busques lisonjas en la adulación, para sobresalir entre la farsa y la intriga. Til orgulloso se consmne en una preocupa- ción: descollar, descollar siempre. descollar á pesar de todo.
— Al oirte expresar con tanta convicción, pienso una cosa, mamá: —mi orgullo no es igual al que tá analizas; es un orgullo tranquilo; el tuyo es un complemento de la envidia. — Jamás he deseado la dicha del prójimo, jamás me ha apenado el bienes- tar de otro. Miro alegremente la ventura ajena sin pensar en enturbiarla. Y sin embargo soy orgulloso.
— Orgulloso de tí mismo; orgulloso de lo que vales; orgulloso de la bondad de tu corazón.
— ¿Es necio ese orgullo?
— Siempre que no sostengas ideas que tu juicio rechace, siempre que no te inquietes por nimiedades y que no sufras porque otro sea más sabio que tú, no, no es necio ese orgullo dijo doña Jova con una sonrisa. — El orgullo que no llega á la vanidad es casi santo: es el amor propio que todos debemos sentir.
Mamá, dijo Amir ¿sabes que estoy comprendiendo que vivir es más difícil de lo que he creído siem- pre? y continuó: —“* Vivir, cualquiera sabe; saber vivir es la llave ”. Me muero por el afán de lla- marmce un hombre, cuando soy todavía un muñeco. El joven abrió los ojos y clavó la mirada en el rostro blanco del enfermo. Doña Jova suspiró dolo- rosamente.