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66 Margarita Eyherabide
—El otro que no esperaba tener que habérselas con semejante antagonista, vaciló, dijo algunas palabras de excusa y enrojeció hasta lo blanco de los ojos.
Amir, dándole la espalda, volvió sobre sus pasos, diciendo: Es un cobarde. El otro cobró valor. ¡Un cobarde no! — murmuró — y ya iban á convenir quien sabe que clase de duelo, si no se venían á las manos enseguida, cuando apareció la maestra, azorada y les espectó un soberbio sermón que los dejó como en misa.