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63 Margarita Eyherabide

— ¡Auxilio! repite de nuevo la voz angustiada y sube con el mismo ímpetu la marea y la soledad se acrecienta sin despertar al sordo movimiento ni al nuevo grito de la misma voz que repite ¡ Auxilio!... otra vez.

Amir recorre la costa, al lado de Panchito. Al sentir esa palabra suprema, que llega á sus oídos como un llamado espantoso, el joven precipita su caballo á la corriente... no se ha dado cuenta de que su temeridad sería inútil. Pero Panchito estaba eerca y llegó á tiempo.

Dolorosamente. resuena una voz á espaldas de ambos jóvenes.

— ¡Amir! ¡Amir! —¡Si te lanzas á la corriente, te arrastrará. porque es fortísima !

El joven volvióse sin necesidad de tirar de la brida. que estaba sujeta por las manos de Panchito que parecían de hierro.

— No. madre — murmuró —¡no vengas, no me arrojo!-—pero se sintió cogido del cuello por los brazos de su madre que lo estrechaba, llorando. Mamá querida — murmuró entonces el joven — vete á casa, te estás mojando ¡vete! y la voz de la madre y la del hijo se eruzaron con el acento de un amor infinito, al tiempo que la voz desgarra- dora, repetía de nuevo, con mayor angustia: — ¡Auxilio!...

Una palidez cadáverica cubrió el semblante de doña Jova. ¡Es un desgraciado que se ahoga! ex- clamó con el acento alterado y cruzando las manos sobre el pecho con desesperación. ¡Pidamos auxilio para el infeliz!

Amir, se alzó sobre los estribos, púsose la mano en la boca, á modo de bocina y gritó con todas sus fuerzas: — ¡Socorro!