Amir y Arasi 69
Casi ronea, la voz repitió aún: —¡¡A mí!!
Panchito que había guardado respetuoso silencio, paróse sobre los estribos del mismo modo que Amir, y dirigió escrutadora mirada sobre el anchuroso río. fijándose después despavorido en la copa de un frondoso sauce que aparecía apenas por encima de las aguas.
Panchito lanzó un grito y en sus ojos se reflejó el espanto.
—AMí. en el sance aquel. euyas ramas más altas subían y bajaban estrellándose y hundiéndose en la corriente y reapareciendo después. había enatro hombres que se aferraban á las ramas con ansias de muerte, enatro hombres cuyas fuerzas se debilita- ban y que, si no acudían en su pronto «auxilio, pere- cerían ateridos de frío.
Una lancha. áneora salvadora, apareció esco- rando á toda vela sobre las embravecidas aguas.
Doña Jova, Amir y Panehito siguieron con ansia mortal los movimientos de la lancha. qué, cuando hubo llegado cerca de los náufragos, echó un bote al agua en el que se embarcaron dos hombres.
Había allí una corriente espantosa y los dos auda- ces hombres, quizá no muy diestros marineros, se lanzaron á ella, de frente.
Fué un desenlace espontáneo; el bote viró en redondo y voleóse totalmente, y los dos hombres, buenos nadadores, disputando á toda suerte sus vidas. consiguieron llegar al sauce que protegía á los náufragos. Todo esto sucedió con la rapidez del relámpago.
Entonces los de la lancha sin deliberar un ins- tante, se lanzaron á la recia correntada.
Un grito de triunto se escapó de sus pechos. Ya