98 Margarita Eyherabide á su esposa y enseguida comenzó á cureosear en : todas direcciones.
Doña Delia saludó con una amabilidad exquisita- mente encantadora.
—Eh,— murmuró entonces Gongalves—cuando miré hacia aquí. desde mi escritorio, os vi á tiyá muestra hija... —
Doña Delia rió con cierta malicia y respondió : pondió:
— Temo que te hayas equivocado.
—¡Vaya! Pero Goncgalves, prorrumpiendo en una carcajada bonachona exclamó, mirando á Amir, que se había puesto muy rojo:
—a picarilla ha huído, al verte. ¡Sí mi chica es tímida y delicada como una sensitiva! Tiene una propensión á huir de las gentes... ¡es tan tímida!... y el señor Goucalvez se echó á reir de muevo.
Amir adoptó una postura muy digna, á pesar de de su embarazo. .
— Pienso, señora, que mi llegada ha sido inopor- tuna. exclamó.
—¡0h! sentiría que pensara usted eso!... se apresuró á contestar doña Delia.
-— ¿Qué dice usted? ¡El hijo de mi hermano Al- varo ser importuno en casa de Gongcalves, ¡Voto á Luzbel! Pues no faltaba más y el señor Gon- calves añadió:
Si esta casa es tuya, hijo ¡es tan tuya como la que habitas con tu señora madre. Y á propósito ¿cómo no has traído contigo á doña Jova?
— Tanto placer me hubiera proporcionado — murmuró amablemente doña Delia,
Amir se inclinó.—Agradezco á ustedes tanta ama- bilidad — dijo. — Mamá, recomendóme que les
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