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Amir y Arasi 99

hiciera presente la expresión de sus afectos y les manifestara el pesar que sentía por no poder acom- pañarme, pero, añadió el joven riendo — mamá ha tomado tanto cariño á su casa que difícilmente se decide á apartarse de aquellas cuatro paredes.

-— Esta señora tiene también una viva semejanza con tu mamá — y Goncalves hacia alusión á su esposa. Áma á este rincón como si su corazón estu- viera unido con garfios de hierro á cada uno de estos cachivaches y señaló al frente, sonriendo.

— Ese es un predominio de virtuoso buen gusto, Posee usted una espléndida propiedad señor Gon- calves murmuró Amir.

— Así lo creo, hijo y Delia me repite con fre- cuencia que en ninguna parte se halla tan bien como acá.

—Ven, Amir — y el señor Gongalves arrastró de la mano al joven: ¿Ves? le dijo señalando sin reti- cencias hacia el río.

— ¡La casa blanca! — murmuró Amir admirado, y con una sonrisa de cariñosa satisfacción.

—En efecto; la casa blanca ¡qué bien se vé ¿verdad?...

— Verdad — dijo Amir maquinalmente y aña- dió: Lástima que no tengamos la navegación libre.

—¿Para qué? preguntó Gonqalves.

-— Señor — murmuró el joven sin desconcertarse — porque sí así fuera, podríamos más fácilmente y efectuando un paseo delicioso, hacer el trayecto de acá á mi casa y de mi casa, acá.

—Cómo, joven — y Gongalves miró con admira- ción á Amir, ¿acaso no se puede efectuar hoy mismo ese paseo delicioso ?

— Sí; de acá para allá sin duda.