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Facundo

veces después no haber dado oído á las proposiciones del irayor Paunero. Facundo desaparece en el torbellino de la gran ciudad; apenas se hoye hablar de algunas ocurrencias de su juego. El general Mansilla le amenaza una vez con darle un candelerazo diciéndole: «¡qué! ¿se ha creído que está usted en las provincias?» Su traje de gaucho provinciano llama la atención, el embozo del poncho, su barba entera, que ha prometido llevar hasta que se lave la mancha de la Tablada, fija por un momento la atención de la elegante y europea ciudad; mas, luego nadie se ocupa de él.

Preparábase entonces una grande expedición sobre Cordoba. Seis mil hombres de Buenos Aires y Santa Fe se estaban alistando para la empresa; López el general en jefe; Balcarce, Enrique Martínez y otros jefes iban sobre sus órdenes; ya el elemento pastoril domina, pero tiene una alianza con la «ciudad», con el partido federal: todavía hay generales. Facundo se encarga de una tentativa desesperada sobre La Rioja ó Mendoza; recibe para ello doscienlos presidiarios sacados de todas las cárceles, engancha sesenta hombres más en el Retiro, reune algunos de sus oficiales, y se dispone á marchar.

En Pavón estaba Rosas reuniendo sus caballerías «COloradas»; allí estaba también López, de Santa Fe. Facundo se detuvo en Pavón á ponerse de acuerdo con los demás jefes. Los tres más famosos caudillos están reunidos en la Pampa: López, el discípulo y sucesor inmediato de Artigas: Facundo, el bárbaro del interior; Rosas, el lobezno que se está criando aún y que ya está en víspera de lanzarse á cazar de su propia cuenta. Los clásicos los habrían comparado con los triunviros Lépido, Marco Antonio y Octavio, que se reparten el imperio, y la comparación sería exacta hasta en la vileza y. crueldad del Octavio argentino.

Los tres caudillos hacen prueba y ostentación de su importancia personal. ¿Sabéis cómo? Montan á caballo los tres y salen todas las mañanas á «gauchar» por la Pampa; se bolean los caballos, los apuntan á las vizcacheras, ruedan, pechan, corren carreras. ¿Cuál es el más grande hombre? El más jinete, Rosas, el que triunfa al fin. Una mañana va á invitar á López á la correría: «No, compañero le cotesta éste: si de hecho es usted muy bárbaro».

Rosas, en efecto, los castigaba todos los días, los dejaba