Ir al contenido

Página:Facundo - Domingo Faustino Sarmiento.pdf/157

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
157
Facundo

que tiembla á la presencia de los hombres pensadores é ilustrados, y que para subsistir necesita alejarlos ó matarlos; nace de un sistema que, reconcentrando en un solo hombre» toda voluntad y foda acción, el bien que él no haga, porque no lo conciba, no lo pueda ó no lo quiera, no se sienta nadie dispuesto á hacerlo por temor de atraerse las miradas suspicaces del tirano; ó bien porque donde no hay libertad de obrar y de pensar, el espíritu público se extingue, y el egoísmo que se reconcentra en nosotros mismos ahoga todo sentimiento de interés por lo demás.

«Cada uno para sí, el azote del verdugo para todos: he ahí el resumen de la vida y gobierno de los pueblos esclavizados.

Si el lector se fastidia con estos razonamientos, contaréle crímenes espantosos. Facundo, dueño de Mendoza, locaba, para proveerse de dinero y soldados, los recursos que ya nos son bien conocidos. Una tarde cruzan la ciudad todas direcciones partidas que están acarreando á un olivar á cuantos oficiales encuentran de los que habían capitulado en Chacón; nadie sabe el objeto, ni ellos temen por lo pronto nada, fiados en la fe de lo estipulado. Varios sacerdotes reciben, empero, orden de presentarse igualmente; cuando ya hay suficiente número de oficiales reunidos, se manda á los sacerdotes confesarlos; lo que efectuado se les forma en fila, y de uno en uno empieza á fusilarlos bajo la dirección de Facundo, que indica al que parece conservar aún la vida, y señala con el dedo el lugar donde deben darle el balazo que ha de ultimarlo.

Concluída la matanza que duró una hora, porque hace con lentitud y calma, Quiroga explica á algunos el motivo de aquella terrible violación de la fe de los tratados. «Los unitarios, dice, le han muerto en Chile al general Villafañe, y usa de represalias». El cargo es fundado, aunque la satisfacción sea un poco grosera. «Paz, decía otra vez, me fusiló nueve oficiales, yo le he fusilado noventa y seis, estamos á mano». Paz no era responsable de un acto que él lamentó profundamente, y que era motivado por la muerte de un parlamentario suyo. Pero el sistema de no dar cuartel, seguido por Rosas, con tanto tesón, y de violar todas las formas recibidas, pactos tratados, capitulaciones, es efecto de causas que no dependen del carácter personal de los caudillos. El derecho de gentes que ha sua-