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Página:Facundo - Domingo Faustino Sarmiento.pdf/168

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Domingo F. Sarmiento

Imagínaos los Andes cubiertos de un manto verdinegro de vegetación colosal, dejando escapar por debajo de la orla de este vestido, doce ríos que corren á distancias iguales en dirección paralela, hasta que empiezan á inclinarse todos hacia un rumbo, y forman, reunidos, un canal navegable que se aventura en el corazón de la América.

El país comprendido entre los afluentes y el canal, tiene á lo largo. Los bosques que encubren la superficie del país, son primitivos, pero en ellos las pompas de la India están revestidas de las gracias de la Grecia.

DOMINGO F. SARMIENTO El nogal entreteje su anchuroso ramaje con la caoba y el ébano; el cedro deja crecer á su lado el clásico laurel, que a su vez resguarda sobre el follaje el mirto consagrado á Venus, dejando todavía espacio para que alcen sus varas el nardo balsámico y la azucena de los campos. El odorífero cedro se ha apoderado por ahí de una cenefa de terreno que interrumpe el bosque, y el rosal cierra el paso en otras con sus tupidos y espinosos mimbres. Los troncos añosos sirven de terreno á diversas especies de musgos florecientes, y las lianas y moreras festonean, enredan y confunden todas estas diversas generaciones de plantas.

Sobre toda esta vegetación, que agotaría la paleta fantástica en combinaciones y riqueza de colorido, revoloteaban enjambres de mariposas doradas, esmaltados picaflores, millones de loros color de esmeralda, urracas azules y tucanes naranjados. El estrépito de estas aves vocingleras os aturde todo el día, cual si fuera el ruido de una canora catarata.

El mayor Andrew, un viajero inglés que ha dedicado muchas páginas á la descripción de tantas maravillas, cuenta que salía por las mañanas & extasiarse en la contemplación de aquella soberbia y brillante vegetación; que penetra en los bosques aromáticos, y delirando, arrebatado por la enajenación que lo dominaba, se internaba en donde veía que había obscuridad, espesura, hasta que al fin regresaba á su casa, donde le hacían notar que se había desgarrado los vestidos, rasguñado herido la cara, de la que venía á veces destilando sangre sin que él lo hubiese sentido.

La ciudad está cercada por un bosque de muchas leguas, formado exclusivamente de naranjos dulces, acopados á determinada altura, de manera de formar una bó-