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Página:Facundo - Domingo Faustino Sarmiento.pdf/187

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Facundo

dejar sus estudios para abrazar la carrera de las armas, lo pone de tambor en un batallón hasta que se arrepienta de su locura. Cuando algún coronel le habla de enrolar en su cuerpo en clase de oficial á alguno de sus hijos: «si fuera en un regimiento mandado por Lavalle, contesta burlándose, ya; ¡pero en estos cuerpos!...» Si se habla de escritores, ninguno hav que en su concepto pueda rivalizar con los Varela, que tanto mal han dicho de él. Los únicos hombres honrados que tiene la República son Rivadavia y Paz: ambos tenían las más sanas intenciones». A los unitarios sólo exige un secretario como el doctor Ocampo, un político que redacte una constitución, y con una imprenta se marchará á San Luis, y desde allí la enseñará á toda la República en la punta de una lanza.

Quiroga, pues, se presenta como el centro de una nueva tentativa de reorganizar la República; y pudiera decirse que conspira abiertamente, si todos estos propósitos, todas aquellas bravatas, no careciesen de hechos, que viniesen á darles cuerpo. La falta de hábitos de trabajo, la pereza del pastor, la costumbre de esperarlo todo del terror, acaso la novedad del teatro de acción, paralizan su pensamiento, lo mantienen en una expectativa funesta que lo compromete últimamente, y lo entrega maniatado á su astuto rival.

No han quedado hechos ningunos que acrediten que Quiroga se proponía obrar inmediatamente, si no son sus inteligencias con los gobernadores del interior, y sus indiscretas palabras repetidas por unitarios y federales, sin que los primeros se resuelvan á fiar su suerte en manos como las suyas, ni los federales lo rechazan como desertor de sus filas.

FACUNDO Y mientras tanto que se abandona así á una peligrosa indolencia, ve cada día acercarse el boa que ha de sofocarlo en sus redobladas lazadas. El año 1833 Rosas se hallaba ocupado en su fantástica expedición, y tenía su ejército obrando al sur de Buenos Aires, desde donde observaba al gobierno de Balcarce. La provincia de Buenos Aires presentó poco después uno de los espectáculos más singulares. Me imagino lo que sucedería en la tierra si un poderoso cometa se acercase á ella; al principio el malestar general, después rumores sordos, vagos; en seguida las oscilaciones del globo atraído fuera de su órbita, hasta que al fin los sacudimientos convulsivos, el desplome