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Página:Facundo - Domingo Faustino Sarmiento.pdf/227

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Facundo

enemigos de hoy los unitarios del año 26, creo oportuno entrar en algunos detalles sobre esta última faz de las ideas que han agitado la República.

La numerosa juventud que el colegio de Ciencias Morales, fundado por Rivadavia, había reunido de todas las provincias, la que la Universidad, el Seminario y los muchos establecimientos de educación que pululaban en aquella ciudad que tuvo un día el candor de llamarse la Atenas americana, habían preparado para la vida pública, se encontraba sin foro, sin prensa, sin tribuna, sin esa vida pública, sin teatro, en fin, en que ensayar las fuerzas de una inteligencia juvenil y llena de actividad. Por otra parte, el contacto inmediato que con la Europa habían establecido la revolución de la Independencia, el comercio y la administración de Rivadavia tan eminentemente europea, había echado á la juventud argentina en el estudio de movimiento político y literario de la Europa y de la Frandia, sobre todo.

El romanticismo, el eclectismo, el socialismo, todos aquellos diversos sistemas de ideas tenían acalorados adeptos, y el estudio de las teorías sociales se hacía á la sombra del despotismo más hostil á todo desenvolvimiento de ideas. El doctor Alsina, dando lección en la Universidad sobre legislación, después de explicar lo que era el despotismo, añadía esta frase final: «En suma, señores, ¿quieren ustedes tener una idea cabal de lo que es el despotismo? Ahí tienen ustedes el gobierno de Don Juan Manuel Rosas con facultades extraordinarias». Una lluvia de aplausos siniestros y amenazadores ahogaba la voz del osado catedrático.

Al fin, esa juventud que se esconde con sus libros europeos á estudiar en secreto, con su Sismondi, su Lherminier, su Tocqueville, sus revistas: Británica, de Ambos Mundos, Enciclopédica, su Jouffroi, su Cousin, su Guizot, etc., etc., se interroga, se agita, se comunica y al fin se asocia indeliberadamente, sin saber fijamente para qué, llevada de una impulsión que cree puramente literaría, como si las letras corrieran peligro de perderse en aquel mundo bárbaro, ó como si la buena doctrina perseguida en la superficie necesitase ir á esconderse en el asilo subterráneo de las catacumbas, para salir de allí compacta y robustecida á luchar con el poder.

El Salón literario de Buenos Aires fué la primera ma-