Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/1009

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Hallábase en esta época el virtuoso sacerdote en el último período de su existencia, mortificado, desde mucho tiempo, por graves achaques, en medio de sus árboles y de sus favoritos ombúes, con la preocupación de sus injertos y de sus podas, sin perjuicio de hacerse lugar como se hizo — a solicitud del gobierno Económico de la Provincia fechada en Guadalupe el 3 de junio de 1813 — para dar forma, septuagenario y en término de siete meses, a sus “Observaciones sobre Agricultura” escritas “llevando por delante decir la verdad” conforme a lo que él mismo había visto en más de cuarenta años que venía cultivando su “chácara” sobre el Miguelete. Falleció el 4 de setiembre de 1815 en Montevideo, donde lo habían conducido ya moribundo el día antes desde su retiro.

Por testamento, la Provincia entraba a ser dueña de su casa de la ciudad para destinarla a sede de una Biblioteca pública, de la cual sus propios libros constituirían el primer plantel. Incluía además otras afectaciones para sueldos del bibliotecario, dependientes y conservación.

La Biblioteca instalada en el Fuerte de Gobierno se inauguró solemnemente el 28 de marzo de 1816, y de este local se la cambió a la casa del fallecido presbítero.

Posteriores resoluciones abusivas, en la segunda presidencia de Rivera, llegaron hasta enajenar la propiedad legada a la Biblioteca, por cuyo motivo el establecimiento cultural vióse trasladado a otra sede, con los graves trastornos consiguientes.

Las Observaciones de Agricultura del esclarecido agrónomo compatriota publicáronse, aunque no en su integridad, en 1848, en la Imprenta del Ejército que funcionaba durante el o de Montevideo en el Cerrito de la Victoria, campo del general Manuel Oribe, y por orden expresa de éste, atenta no sólo la utilidad que pudieran reportar a los labradores, hortelanos y quinteros, etc., sino como un testimonio de respeto al autor, que había consagrado a la República esa y otras pruebas de su anhelo en fomentar su ilustración y adelantos materiales.

Juzgando al Dr. Pérez Castellano y a su obra, dice el Dr. Daniel García Acevedo:

“Pérez Castellano, no era propiamente un naturalista, ni un botánico, era simplemente un hombre inteligente dotado de grandes facultades de observación y movido por un vivo entusiasmo por la naturaleza, cuyos secretos se proponía descubrir en el campo del reino vegetal, sin más conocimientos que los que pudo adquirir por el estudio directo de los fenómenos naturales. Pero, si bien no fué un naturalista, acopió observaciones perfectamente exactas, muy valiosas para el estudio científico de nuestra flora...”.

“Lo que tiene de admirable la obra de Pérez Castellano, sigue diciendo, es que ella es el fruto exclusivo de su espíritu de observador; él dice que todo lo que ha dado por cierto en su trabajo, es porque así ha resultado después de sus experiencias, y que ha carecido completa-

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