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pósitos de la política del gobierno, ajena a las mezquinas ideas de partido (agosto de 1856).

Reconciliado más tarde con el Presidente, se le designó en 1838 Archivero de Gobierno, con cargo de reorganizar la institución, y poro después, con grado de teniente 1°, tuvo puesto en el 2° Batallón de Guardias Nacionales.

Después de fallecer el Manuel Oribe, dió a publicidad en enero de 1859, una recopilación de escritos donde se rendía honor a su memoria, precedido de un “Elogio Histórico de sus hechos”.

Trabajo apologético únicamente y que no resiste a la menor critica, en él recogió Pintos sin más base histórica que un “cuéntase”, el episodio de Oribe arrancándose las charreteras en la batalla de Ituzaingó. Este relato, que Francisco A. Berra puso en la primera edición de su texto de Historia Nacional, pero que luego suprimió en las ediciones subsiguientes, convencido de que no estaba ajustado a la verdad, fué definitivamente esclarecido — probándose que era sólo una antojadiza invención — en el estudio histórico del Dr. Luis Melián Lafinur, que lleva por título “Las charreteras de Oribe” y publicado en Montevideo en el año 1895.

Después de sufrir los rigores de una larga enfermedad, amparado siempre en la amistad de su probado amigo Del Castillo, falleció Pintos en la ciudad de Montevideo, el 27 de octubre de 1859.


PIÑEIRO, ADOLFO Pedro Tomás

Oriundo de San Carlos, donde vió luz el 17 de setiembre de 1850, fué uno de los primeros y dedicados coleccionistas y amigo de arte y antigüedades que haya existido en el país, si se exceptúa al Dr. Andrés Lamas. A ese título tiene bien ganado un sitio entre los pocos ciudadanos de antaño, que se interesaron por nobles tareas atinentes a nuestro pasado histórico y a nuestra vida civil.

Buscador despierto antes que estudioso de ley, pudo reunir — dedicándole su existencia entera, sin descuido de sus tareas de funcionario en una oficina de hacienda —, una hermosa y considerable colección de muebles y porcelanas, así como cuadros, joyas, platerías, monedas, medallas, etc., relativos en su mayor parte a nuestro país y al Río de la Plata.

Aparte de sus patrióticos afanes para recoger y poner a salvo todo lo que fuera posible del haber histórico de nuestra vida pasada, Piñeiro tuvo algunas horas para la música, pues poseía ciertas condiciones de compositor y de ejecutante de piano.

Descuidó sin embargo, y es lamentable, la formación de un catálogo o inventario razonado de sus colecciones. Trabajo del cual hablaba muchas veces, si en él puso manos efectivamente, desapareció después sin dejar vestigio, en la dispersión de todas las cosas que habían sido el encanto de una amable vida.

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