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POUEY, ENRIQUE

Médico, profesor y filántropo. Nacido en Montevideo el 9 de Marzo de 1859, hijo de un maestro de escuela francés, ayudaba a su padre en las tareas del colegio al mismo tiempo que seguía estudios universitarios, destacándose como alumno sobresaliente.

Concluía de graduarse en medicina a principios de 1884, cuando por sus aptitudes intelectuales, conforme a resolución de 12 de mayo del mismo año, se le eligió junto con sus colegas Joaquín de Salterain y Francisco Soca, para marchar a Europa becados de la Nación, con el fin de que, perfeccionándose con los grandes maestros, vinieran luego a constituir el plantel de médicos y profesores nacionales en nuestra Facultad. El gobierno de la época, presidido por el general Santos, quebrando con las corrientes practicas injustas, señalo a los jóvenes facultativos un viático de mii pesos oro y una asignación mensual de doscientos, que aún hoy podría considerarse esplendida.

Una vez establecido en Paris, resolvió Pouey graduarse como medico en su famosa Facultad, y en el termino de los cuatro años de su beca obtuvo el nuevo título con una tesis de tema quirúrgico.

Designado Profesor de Medicina operatoria en seguida de su regreso al país, ahondó con especialidad la ginecología y más tarde, en 1895, tomó la dirección de la respectiva clínica.

Una modestia fronteriza con la timidez velaba todo signo exterior de quien era un maestro en el concepto más noble del vocablo.

Ilustró su cátedra no solamente con sus lecciones, sino también como autor de numerosos y profundos trabajos, que corren incorporados a diversas publicaciones facultativas o han sido impresos separadamente, y tuvo oportunidad de llevar la representación del país a varios importantes congresos científicos del extranjero, donde su prestigio era unánimemente reconocido.

En su país, indiscutido en el terreno científico, se le tenía designado profesor ad-honorem de la Facultad en 1928.

Distinguió al Dr. Pouey, con caracteres de simpatía profunda, el sentimiento de cordialidad comprensiva y humana, un tanto paternal, que en toda hora tuvo para con los enfermos a su cuidado, a cuyas necesidades acudía empeñoso, proveyéndoles de leche y alimentos apropiados, que hacia traer díariamente de su chacra de Las Piedras a las salas hospitalarias.

En sus últimos años — que fueron de constante actividad científica y profesional — equipó a su costo con los más modernos aparatos de radioterapia, especialidad que había estudiado en 1924 en Estados Unidos, el pabellón de ginecolo-

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