Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/1044

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nistro tuvo ocasión de mostrarse orador de primera categoría en los debates en que defendió los proyectos gubernamentales, lo mismo en la Cámara de diputados que en la de senadores, consiguiendo sacarlos triunfantes; pero tratándose más tarde un plan tendiente a la remodelación del fallido Banco Nacional, no logró igual éxito y fué la causa de su alejamiento del gabinete en 1892.

En la renovación parcial del senado al año siguiente, resultó electo senador por el departamento de Tacuarembó, y Ramírez, que había aprendido a conceder su parte a la realidad de la política, ingresó a la cámara alta merced a un acto eleccionario de legalidad convencional, para calificarlo de la manera expresiva que luego tendría voga.

Opositor al gobierno de Idiarte Borda, su propaganda tuvo influencia notoria en el desarrollo de los sucesos políticos de 1896-97 y sus editoriales en “La Razón” que dirigía, contribuyeron tal vez a armar el brazo que disparó la bala mortal al combatido mandatario.

El giro impreso a los sucesos políticos por Juan L. Cuestas, sucesor del gobernante desaparecido, cambiando de modo radical el panorama, planteó pronto una situación excepcional a un ciudadano de los antecedentes cívicos de Ramírez.

Cuando las cosas, subiendo de punto, llegaron hasta el destierro de varios legisladores, consideró que debía hacer abandono no sólo de la,

dirección de “La Razón” sino que el 30 de noviembre dimitió su banca del senado, expresando que las prisiones y las deportaciones decretadas eran un atentado manifiesto y las instituciones vulneradas imponían su renuncia de senador. No pretendía ejercer un acto de abnegación o de desprendimiento; “creía dice en su renuncia — que la ola popular arrastraría en breve lo que quedaba de la legalidad convencional en que se vivía, pero en el intermedio, no quería tampoco que lo alcanzara ningún género de solidaridad con la nueva política de Cuestas, que conculcaba todos los principios y no aseguraba solución alguna”. “Sería inútil — finaliza — que para protestar contra ella aspirase a levantar mi voz en el Senado, porque es imposible deliberar bajo la presión de las turbas que insultan y amenazan impunemente a los que no piensan como ellas”.

En la dictadura de Juan L. Cuestas, donde desembocaron los sucesos el 10 de febrero de 1898, actuó sin duda como una fuerza moderadora, pero hasta cierto punto nada más, porque el ambiente — y él lo había dicho — no era de doctrinas. Por otro lado, aquel período crucial de nuestra historia, rico precisamente en apostasías doctrinarias, encontró a Ramírez con una salud que apenas conservaba un equilibrio que trasuntaba su físico.

Enfermó de cama el 29 de agosto de 1898, y lo que al principio diagnosticóse como una bronquitis, tuvo prestamente matices más serios. El

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