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contra éste por el comandante Lorenzo Latorre.

Segundo jefe del batallón Pacheco, peleó en Casavalle, en Manantiales, hizo la famosa retirada de la Sierra y estuvo en El Sauce, habiendo ascendido a mayor en febrero del 71, y a teniente coronel en enero del 72.

Concertada la Paz de Abril de 1872, figuró en el grupo colorado que tuvo denominación principista, entre cuyas filas le cupo hallarse cuando los sangrientos sucesos del 10 de enero del 75, en la Plaza Constitución.

Triunfante el motín del 15, fué deportado a La Habana junto con su hermano José Pedro y otros trece ciudadanos, y al regreso del peligroso viaje, tomó parte en el movimiento armado que, con el nombre de Reacción Nacional y abandonando cualquier divisa partidaria tradicional, intentó restaurar las instituciones conculcadas en los últimos meses del año 75.

Vencida la Reacción, Ramírez, a la par de otros conspícuos ciudadanos, no volvió al partido político originario, afiliándose al “Constitucional” cuando la nueva organización corporizó en el año 1881.

En el largo período de gobiernos derivados del motín de Enero, el comandante Ramírez permaneció alejado de toda actividad militar, y sólo modificó su actitud para prestar apoyo a los trabajos revolucionarios que, en 1885, se enderezaban contra la dominación del general Máximo Santos.

Ramírez, cuya salud hallábase resentida al extremo por una enfermedad sin remedio, dirigió en Buenos Aires los últimos aprontes, puede dese que desde la cama, y de ella se levantó el mismo día en que iba a ponerse al frente de su batallón de voluntarios.

La vuelta a la vida de soldado pareció transformarlo y a la imposición del espíritu, las energías y hasta la voz retornaron al cuerpo depauperado y exangüe. Atravesó el Río Uruguay al mando del 5° de infantería, y derrotado el ejército revolucionario en Quebracho el 31 de marzo de 1886, pudo librarse de caer prisionero ganando el Brasil, para estar de retorno en la capital porteña en los primeros días de abril.

El supremo esfuerzo realizado, más que la amargura de la derrota concluyeron con él, y el 7 de julio de 1886 dejó de existir fuera de la patria este hombre sencillo y de bondadoso trato, militar ciudadano, sin miedo y sin reproche, conforme lo certificaron a una todos los jefes con quienes sirvió y todos los que alcanzaron a conocerle.

Sus restos fueron traídos de Buenos Aires a Montevideo y el acto de su inhumación en el Cementerio Central constituyó un gran acto de homenaje póstumo.

Murió fuera de la lista militar donde su nombre figuró en otras épocas para ejemplo de su clase, pero las sanciones de esta índole, según del gobierno que vengan, no quitan honores, como tampoco otorgan hono-

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