res los decretos, conforme lo dijo ante su tumba Alfredo E. Castellanos.
RAMOS, PEDRO
Jefe militar que llegó a coronel del ejército y cuyo nombre hállase incluido en la lista de honor — demasiado corta — de los soldados que incorporados a las filas de la reacción de 1875, que se llamó Revolución Tricolor, pelearon hombro a hombro con los ciudadanos para restaurar la norma constitucional, conculcada por el motín que encabezó la guarnición de Montevideo el 15 de enero del mismo año.
Había nacido en la propia capital el 13 de enero de 1852 y su carrera tuvo iniciación bien prematura, pues apenas era un muchacho de catorce años cuando sentó plaza de soldado distinguido en el Batallón Libertad, el 17 de agosto de 1868, para marchar a incorporarse al ejército de operaciones en el Paraguay.
Transferido al batallón “24 de Abril” después de la sangrienta batalla de Tuyutí, se halló en los más rudos combates y participó de todas las privaciones y miserias con que fué puesto a prueba el temple magnifico de nuestros sufridos soldados, y su valor lo distinguió en Lomas Valentinas.
A la hora del regreso a Montevideo con los últimos restos de la gloriosa División Oriental, el 29 de diciembre de 1869, tenía galones de subteniente de bandera desde el 24 de agosto del año anterior e inmediatamente de llegar se vió ascendido a teniente 2° el 11 de enero de 1870.
Al servicio del gobierno del general Batlle, combatido por la revolución blanca que tuvo por jefe al coronel Timoteo Aparicio y que agitó al país desde marzo de 1870 hasta abril de 1872, fué promovido a teniente 1° el 27 de julio del 71 y tocóle actuar en las acciones de Corralito, sitio de Montevideo y el Sauce.
Capitán el 1° de febrero de 1875, prestaba servicios en el batallón 4° de Cazadores destacado en la ciudad de Salto, desde el mes de agosto, cuando el 10 de setiembre el coronel Atanasildo Saldaña, Comandante Militar del departamento, se pronunció por la Reacción Nacional.
Ramos, adhiriendo a la causa popular, pasó a formar parte de las fuerzas de infantería a las inmediatas órdenes del bravo comandante Carlos Lallemand y estuvo a su lado en la jornada de Palomas — 13 de octubre — donde las fuerzas dictatoriales resultaron dobladas y donde Lallemand pagó con la vida su excesivo valor.
Pero vencido el movimiento reivindicador de las instituciones patrias, la gallarda postura cívica del capitán Ramos le aparejó — como era natural — la pérdida del grado y la eliminación del ejército. Es cierto que una amnistía posterior lo reincorporó a filas, pero ante los gobier-
