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la denominación de “época de Reus”.

Nacido el 8 de noviembre de 1858 en Madrid, cuando llegó por primera vez a Montevideo de paso para Buenos Aires el 3 de enero de 1888, tenía, no obstante su edad, toda una carrera hecha en España, gracias a su inteligencia clarísima y a su incansable actividad.

Abogado de nota, doctor en filosofía y letras a los 21 años, sabía de escribir obras de derecho y había sido director de la Revista de Legislación y Jurisprudencia que fundara su padre.

Humanista versado, era autor de dos o tres libros de filosofía y sociología, tenía estrenada dos piezas teatrales y había traducido a Spinoza, con un prólogo extenso y bien meditado.

Hombre de grandes iniciativas empresario de las obras del Canal de Ecija, diputado a Cortes, amigo de Cristino Martos, especulador audaz, su ruina en la bolsa de Madrid en los días negros para los negocios que siguieron a la muerte del Rey Alfonso XII, truncó la carrera que parecía llevarlo con certeza a algún ministerio, y decidió emigrar.

En Buenos Aires, después de haber sido corrector en “La Patria Argentina”, y tentado alguna actividad en el estudio del Dr. Calzada, volvió a entrar en juegos bursátiles logrando en poco tiempo ganar medio millón de pesos oro que perdió prestamente, pero como satisfizo a todos sus acreedores, desde ese momento vino a unirse a su reputación de hombre de negocios el predicado de hombre de bien.

Cuando en el gobierno de Tajes llamó a una especie de concurso para la organización del Banco de Estado que se gestaba, Reus articuló un proyecto, para respaldarlo, su habilidad supo mancomunar un grupo de capitalistas de volumen en el Río de la Plata.

Faltaba la batalla en Montevideo, y Reus, rápido, rotundo, elocuente y multiplicado, respondiendo a los opositores, reforzando o renovando sus argumentos ante cada adversario, todo tachonado con los fulgores de su optimismo contagioso, ganó la partida en menos de un trimestre, consiguiendo la sanción del proyecto.

Once meses — de agosto del 87 a julio del 88 — estuvo en la gerencia del nuevo banco denominado Banco Nacional, al cabo de los cuales se puso al frente de la más grande y compleja institución particular que hasta entonces hubiera conocido el país y los vecinos: la Compañía Nacional de Crédito y Obras Públicas con un capital de veinte millones de pesos oro, distribuidos en doscientas mil acciones, que una plaza de la capacidad miserable que entonces era Montevideo, cubrió prestamente y con amplio margen.

El solo nombre de Reus había realizado el milagro, porque el testimonio de los contemporáneos coincide en cuanto a reconocer al Dr. Reus un poder de seducción y una

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