Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/1079

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llegó a contar con los grandes vapores “Saturno” y “Júpiter”, y el “Silex”, el “Onix” y el “Iris”, aumentados luego con el “Cosmos”, que legó de Glasgow en mayo de 1880.

Durante veinte largos años, don Saturnino, según todos lo nombraban llanamente, dominó las aguas del Plata y sus grandes afluentes y al tipo de esos reyes norteamericanos, fué “El Rey de los Ríos”.

La bandera de las Mensajerías Fluviales, constituída por el planeta Saturno (colorado con el anillo azul en campo blanco, no conoció competidor que no lo aniquilara, Cualquier enemigo chico, apenas vivió por su merced o tolerancia.

La competencia de una poderosa compañía francesa, “La Platense” adquirida más tarde por capitales ingleses, no conmovió el poderío de las Mensajerías. Al contrario, después de una porfiada competencia — en la que quien sabe si Ribes actuó con entera lealtad — “La Platense” no pudo sobrevivir mucho al suicidio de su gerente, el caballeresco Guillermo Denney, que puso fin a sus días en Buenos Aires el 17 de marzo de 1887.

El “Olimpo”, el “Minerva” y el “Apolo”, comprados en 1891 por medio millón de libras, pasaron como otrora los vapores de la Compañía Salteña, a las manos del afortunado bayonés.

Enriquecida la ya muy numerosa flota con los modernos y rápidos vapores “Tritón”, “Helios” y “Paris”, el último y más lujoso de todos los conocidos hasta esa fecha y, en ese aspecto sin superación todavía, el auge de las Mensajerías llegó a su grado máximo. Pero, triste condición humana, ello sucedía a la misma hora en que las energías físicas del formidable armador tocaban a su límite.

Sólo le quedaba a Saturnino Ribes el tiempo estricto para contemplar su vida triunfante y disfrutar de ella, conforme cupiese a su carácter y modalidad de célibe huraño, acerbo y escéptico.

Ya no eran los días en que se alejaba de la habitual preocupación de los negocios — un poco siquiera — tocando el violín o distrayéndose con los nuevos inventos científicos: ensayando en su casa salteña el teléfono, las máquinas eléctricas o la luz de arco voltaico...

El 24 de junio de 1897, a la hora de medio día, don Saturnino dejó este mundo en su residencia N° 102 (numeración antigua), de la calle Sarandí en la ciudad de Salto, donde residiera casi medio siglo, a los 73 años de edad.

Según certificado que se exhibió al oficial del Registro Civil, el deceso fué producido por “diabetis sacarina”.

La Compañía, como organismo uruguayo, sólo sobrevivió tres años a la existencia del fundador, pues en 1900 fué vendida por los herederos de Ribes al armador austríaco Nicolás Mihanovich, establecido en Buenos Aires.

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